viernes, 25 de abril de 2014

Ovitrelle

En mi entrada anterior os he contado que este ciclo estoy siguiendo un tratamiento con Gonal F., Ovitrelle y Duphaston. Como ya os he contado mis experiencias con Gonal F., hoy quiero contaros mi experiencia con Ovitrelle, un medicamento que contiene coriogonadotropina alfa, fabricada, según el prospecto, a través de técnicas de ADN recombinante en las células de los ovarios del hámster chino (otra vez este dichoso animal).

Todavía no me puedo creer que todo haya salido bien con este medicamento. Ya sabéis que soy un desastre y no me habría extrañado que otra vez hubiera tenido problemas para comprarlo o algo así. Bueno, aunque a decir verdad, tan fácil no fue todo. Os cuento.

Como no quería que me pasara lo mismo que con Gonal F., esta vez me estudié, casi de memoria, la receta. Y como sabía que cuando llegara a mi ciudad iba a ser demasiado tarde para pedir algo en la farmacia (no suelen tener ese tipo de medicamentos vorrätig) y que al día siguiente era festivo, llamé ya desde el tren (¿recordáis ese sitio tranquilo y agradable del tren del que os hablé?) y pedí los dos medicamentos que me había recetado la Doctora T. esa misma mañana: Ovitrelle y Duphaston. No hubo grandes problemas (excepto que tuve que deletrear varias veces el nombre de los medicamentos y contestar algunas preguntas sobre mi seguro médico) y pude recoger las dos cosas ese mismo día antes de que cerraran.

Cuando fui a la farmacia a recogerlos, me preguntó la farmacéutica si ya me había puesto la inyección antes o si me habían enseñado exactamente cómo se ponía. Cuando le dije que me había estado pinchando Gonal F. y que esperaba que fuera igual, me dijo que eran dos tipos de inyección totalmente diferentes (Gonal F. es una pluma precargada y Ovitrelle una jeringuilla de verdad) y que ella ni loca se la pondría sola.

“¿Y ahora qué hago?”, pensé. Yo que estaba tan segura de mí misma y llevaba varios días pensando que iba a ser capaz de hacerlo todo sola, viene ésta ahora y me dice que ni de coña lo haga yo sola. Bueno, pues otro sábado que tengo que pasarme por la consulta del médico de cabecera para que me pinche la enfermera loca de la otra vez.

Y allá que me fui el sábado por la mañana, lo antes posible para que no hubiera demasiada gente en la consulta y para no “fastidiarle” las vacaciones a la familia (teníamos visita y teníamos planes de pasar el día fuera). Y cuál fue mi sorpresa cuando leí el cartel: “Cerrado por vacaciones. Para casos de urgencia, diríjase al Doctor X en la X-Straβe”.

¿Y ahora qué coño hago? “Piensa, Cigüeña, piensa”. “¿Y si voy en un momento a la X-Straβe? No, mejor me paso por la farmacia y a lo mejor un alma caritativa me la pone”. “Lo siento, aquí por razones jurídicas nos está terminantemente prohibido hacer ese tipo de cosas. Vaya a la Y-Straβe que ahí están de guardia siempre y allí seguro que se la ponen sin problemas”. Y de nuevo: “Piensa, Cigüeña, piensa”. “¿Y si hay demasiada gente allí y tengo varias horas a la familia esperando en casa? ¿Y si me la pongo yo sola? ¿Y si le pregunto a mi cuñada o a mi suegra (que no sabían nada de la movida, por cierto) si me la pueden poner?” Y por fin me decidí: Volví a casa y le pregunté a mi cuñada si me la ponía ella. Y aunque me contestó algo así como “eso está chupado”, nada más preguntarle cambié de opinión y decidí que me la pondría yo sola.

Me encerré en el baño con el alcohol, el algodón y el Ovitrelle. Leí las instrucciones y me puse manos a la obra. Me froté la barriga con el alcohol, me lavé bien las manos y cogí la jeringuilla.

Primer intento: Cogí un michelín con los dedos pulgar e índice y me acerqué la punta de la jeringuilla a la piel con la intención de introducirme despacio la aguja y… no funcionó. Scheiβe, parece que eso de que hay que ponerse la inyección como si fuera un dardo (así lo pone en el prospecto) va a ser verdad. “¿Tendré valor?” Ya notaba el latido de mi corazón más rápido de lo normal y el sudor por todo el cuerpo.

Segundo intento: Volví a coger el michelín, puse la jeringuilla a unos centímetros de la piel, conté hasta tres, mentira, hasta dos, y… ¡zas! Ahí estaba la aguja, dentro de mi michelín. Ahora sólo faltaba apretar el botón para introducir el líquido. Y así lo hice.

Y justo en ese momento es cuando me di cuenta de que otra vez había cometido un error. ¡Había olvidado mirar si la jeringuilla tenía una burbuja de aire! Y cuando ya tenía la aguja dentro, ahí apareció la gran burbuja nadando en el líquido. “¿Y ahora qué hago? ¿Sacarme la aguja, sacarle el aire y pincharme otra vez? ¡Ni de coña! ¿Y si, como en las películas, me inyecto el aire, me llega al cerebro y me muero?” Por suerte, pude poner la jeringuilla de tal forma que el aire se fue para atrás y pude inyectarme el líquido sin mayor problema. Eso sí, con mucho cuidado para no inyectarme al final también la burbuja de aire que había visto. Algo de aire sí debió de entrar (¡aunque sigo viva!) porque, cuando se acabó el líquido, oí una especie de pedorreta, la señal de que ya no tenía que pulsar más.  

Saqué la aguja y respiré hondo. En ese momento sentí, por un lado, orgullo por haber sido capaz de hacerlo sola. Por otro lado, tristeza y desesperación por tener que pasar por algo así para ser madre. ¿Por qué yo?

Y milésimas de segundo después… ¡Uy, cómo pica esto! ¿O es dolor?

Estuvo molestándome unos minutos más, pero no lo suficiente como para no poder disfrutar de un día maravilloso en el zoo con la familia. Aquí os dejo una fotillo de mi amiga la cigüeña, que también andaba por allí y a la que di mi tarjeta de visita para que supiera adónde tenía que llevar el próximo bebé. ¡Espero que sepa leer! :)


¡Uy, casi se me olvida hablaros de los efectos secundarios del Ovitrelle!

 La verdad es que no tuve ninguno, menos mal, porque el prospecto te dice que te puede pasar de todo,  como con casi cualquier medicamento. Lo que sí sentí es que los tres o cuatro primeros días tuve un dolorcillo a la altura del ovario derecho. De hecho, si no fuera porque unos días antes la Doctora T. me dijo que iba a ovular con el izquierdo y que en el derecho sólo había folículos de pequeño tamaño, me habría pensado que tenía un quiste. Desde hoy ya no siento nada en ese lado así que a lo mejor, quién sabe, eran gases o algo intestinal.

También desde pocas horas de ponerme la inyección (¿o fue al día siguiente? ya no me acuerdo) me empezaron a doler los dos pechos como si tuviera el síndrome premenstrual. Desde que dejé los anticonceptivos hormonales sólo una o dos veces tuve este dolor de pechos desde el día de la ovulación. No sé a qué se deberá, pero seguro que es hormonal.

Y, bueno, eso es todo por hoy. Espero que os sirva de algo lo que os he contado.

¡Que tengáis buen fin de semana!

martes, 22 de abril de 2014

¡Me han dado un premio!

Esta mañana me ha dado un subidón. Estaba en la estación, de vuelta de mis minivacaciones de Semana Santa y esperando a que mi marido volviera de la panadería, cuando me he puesto a leer mis emails en el móvil y me he encontrado con que Merimeri ha publicado un comentario en mi blog. En éste me dice que me pase por su blog, “El peso de la infertilidad”, porque tiene una sorpresita para mí.

¡Y tanto que ha sido una sorpresa! ¿Pues no me dice la muy loca (en el mejor sentido de la palabra, se entiende) que me ha nominado para el premio “Este blog sí que mola” que creó mamasonrisa del blog “Una sonrisa para mamá”?

Puesto que sólo hace pocos meses que formo parte de la blogosfera, no sólo como autora de “La cigüeña no viene a Alemania” sino también como lectora de múltiples blogs (no sólo sobre maternidad sino sobre otros temas que me interesan), jamás me habría esperado un premio como éste.

Por eso, con esta entrada quiero mostrarle mi agradecimiento a Merimeri, no sólo por otorgarme el premio, sino también por leerme todas estas semanas con tanto interés y por mostrarme su apoyo con sus comentarios. Ya sabéis lo que se suele decir: “Este blog se alimenta de tus comentarios”. Sin Merimeri y otras lectoras a las que espero que mi blog ayude de alguna manera, “La cigüeña…” no tendría sentido.

Por supuesto, mil gracias también a la creadora del premio, mamasonrisa, cuyo nick ya deja claro qué tipo de persona es. Espero que siga muchos años teniendo motivos para seguir sonriendo y contagiándonos a todas con su optimismo. Seguiré leyéndola. ¡De verdad, muchas gracias!

Como ya he dicho, el premio se llama “Este blog sí que mola” y éstas son sus normas:

 Normas
♥ Agradecer a la persona que te premia.
♥ Visitar a los premiados.
♥ Visitar el origen del premio en unasonrisaparamama.com
♥ Nominar 5 blog que te gusten
♥ Explicarles las normas (puedes hacer un copia y pega)

Aquí podéis ver la insignia tan bonita que ha diseñado mamasonrisa para la ocasión (muchas gracias, Camino Infertilidad, por chivarme cómo se pone un .gif en una entrada de blog):


Bueno, y ahora parece que ha llegado el momento de nombrar a mis cinco premiadas (y los motivos por los que deseo darles este premio, aunque en la convocatoria no diga que haya que hacerlo):

Mis premiadas son:

xiana1983@gmail.com,  por su blog “Con final feliz”, el primer blog sobre infertilidad y métodos para concebir que leí y que me armó de valor para ponerme a escribir.

Camino Infertilidad, por su blog “El Camino de la Infertilidad”, por el diseño tan bonito de su blog y por su merecido positivo, que me anima a seguir luchando.

MisMellis, por su blog “Mis Ovomellizos” y por la muchísima información que he encontrado en él.

Maru Psuggi, por su blog “¡Que me parta un milagro!”, por hacerme siempre reír a pesar de la seriedad del tema y por la cantidad de sinónimos que encuentra para describir el dolor de las inyecciones que tuvo que ponerse.

Marta Gris Martínez, por su blog “Cuando embarazarse es embarazoso”, por su también merecidísimo positivo,  por su decisión de cerrar su blog y abrir otro nuevo cuando logró su positivo y por la forma en que ella explica por qué hacerlo: Es por ésto que he decido dejar el blog Cuando embarazarse es embarazoso y abrir el blog Cuando embarazarse es maravilloso (estoy en ello). Creo que de ésta manera las que quieran continuar siguiendo mi experiencia podrán hacerlo y las que no, no serán "machacadas". No quiero hacer sentir mal a nadie con mis ecografias, la habitación, el sexo del bebé, el nombre, la canastilla, etc. Temas que se tratan sólo cuando ya estás al otro lado de la línia y que se desean sin medida cuando no lo estás”.

Espero que a todas les haga la misma ilusión que a mí recibir este premio y que les anime a seguir escribiendo tanto y tan bien como lo han hecho hasta ahora. 

Yo prometo sacar tiempo de debajo de las piedras para seguir leyéndolas y pido disculpas por adelantado si en alguna ocasión me olvido de hacerlo.

¡Un abrazo a todas! 

Primer tratamiento con Gonal F., Ovitrelle y Duphaston

Dejando un poco de lado el humor, voy a contaros cómo ha sido este primer ciclo de Gonal F. y Ovitrelle.

Como ya sabéis, en marzo me hicieron un seguimiento del ciclo: un análisis de sangre el segundo día de la regla (del ciclo), un Ultraschall el día 13 y otro análisis de sangre el día 22. Según la Doctora T. estaba todo in Ordnung, o sea, todo bien.

(Primera pregunta sin respuesta: Si de verdad todo está bien, ¿por qué no me quedo embarazada? ¿Por qué un tratamiento, o dos, o tres?)

Y ahora en abril estoy teniendo mi primer tratamiento con Gonal F., Ovitrelle y Duphaston.

Desde el día 3 al día 8 (¿o era el 7? ¡Jaja!) del ciclo me tuve que pinchar 37,5 i.E. de Gonal F. Al día siguiente, el día 9, fui a la Doctora T. a que me hiciera un Ultraschall y viera cómo se habían desarrollado mis folículos hasta entonces, y supongo que el desarrollo no fue el esperado porque a partir de ese día, me subió la dosis a 50 i.E.

(Segunda pregunta sin respuesta: ¿Por qué en muchos blogs de los que leo se habla de pincharse 75, 150 o incluso 200 i.E. de Gonal F. pero yo sólo me he tenido que pinchar 37,5 ó 50 i.E.?)

Mis primeras experiencias con el Gonal F. podéis leerlas aquí y aquí.

El martes, día 13 del ciclo fui de nuevo a hacerme un Ultraschall y, nada, que parecía que todavía faltaba un montón para que los folículos llegaran al tamaño deseado y por eso tenía que seguir pinchándome Gonal F., sin subir la dosis, y volver dos días después, el día 15 del ciclo.

Allá que me fui el jueves otra vez para que la Doctora T. me hiciera otro Ultraschall. ¡Y por fin parecía que mis folículos estaban casi listos! Me dijo que me tocaba ovular con el ovario izquierdo y que en él se encontraba un folículo suficientemente grande, de aproximadamente 1,7 cm y a lo mejor incluso un segundo folículo un poco menor que el otro.

(Tercera pregunta sin respuesta: Si se rompen los dos folículos, ¿significa que puedo tener mellizos?)

He dicho que estaban casi listos y no listos del todo porque, según la Doctora T., todavía eran necesarios un par de pinchazos más de Gonal F. (hasta el día 16) antes de inyectarme el Ovitrelle, cosa que hice el sábado, día 17 del ciclo, para provocarme la ovulación.

(Cuarta pregunta sin respuesta: ¿Y si he ovulado justo antes de inyectarme el Ovitrelle y después he ovulado una segunda vez por habérmelo inyectado el sábado? ¿Es posible ovular dos veces en el mismo ciclo? La Doctora T. me dijo que no había inhibido la ovulación mientras me inyectaba el Gonal F., o sea que podría haber ovulado naturalmente, ¿no?)

También me dijo que tanto el sábado, día en que me inyecté el Ovitrelle, como el domingo teníamos que mantener relaciones y esto lo seguimos a rajatabla. De hecho, por si acaso, también ayer lunes lo hicimos para aumentar las probabilidades, no fuera a ser que ovulara más tarde de lo que la Doctora T. había calculado y los bichitos llegaran con demasiada antelación.

(Quinta pregunta sin respuesta: ¿Por qué todos los médicos te recomiendan mantener relaciones un día sí y un día no para que los bichitos tengan más fuerza y sin embargo la Doctora T. me recalcó que teníamos que hacerlo los dos días seguidos?)

A partir de hoy, día 20 del ciclo, y hasta el sábado de la semana que viene, día 32 del ciclo (12 días en total) tengo que tomar una vez al día Duphaston 10mg, que es didrogesterona, una hormona sintética similar a la progesterona humana.

(Sexta pregunta sin respuesta: ¿Por qué no dice el prospecto del Duphaston que se trata de un medicamento empleado en reproducción asistida (como lo dicen los prospectos de Gonal F. y Ovitrelle) sino que dice que es un medicamento para regular el ciclo menstrual de la mujer o para el tratamiento de la menopausia? ¿Por qué dice también que no se puede tomar durante el embarazo pero muchos ginecólogos lo recetan en las primeras semanas del mismo?)

Ahora simplemente esperar unas dos semanas a ver si el tratamiento ha dado resultado. Si tres días después de haber dejado de tomar el Duphaston no me baja la regla, tengo que hacerme un test de embarazo casero y ver qué pasa.

La Doctora T. me dijo que si me daba positivo la avisara para que supiera que no iba a volver por allí, es decir, que imagino que la beta en sangre me la podría hacer en la consulta de mi ginecóloga, en mi ciudad. Si me diera negativo tendría que ponerme en contacto con el KiWuZe otra vez para empezar el tratamiento de nuevo, esta vez quizás con una dosis más alta de Gonal F.

(Séptima pregunta sin respuesta: ¿De verdad funciona este tratamiento? ¿Por qué hay tantos blogs o foros en internet en los que tantas mujeres hablan de haber hecho este tratamiento, sin éxito, pero no he encontrado a ninguna que diga que tuvo a su bebé gracias a él? ¿Me funcionará a mí? ¿Será a la primera? ¿O tendré que pasar por miles de historias más antes de tener a mi pequeñín en brazos? ¿Por qué hay tantas que después de quedarse embarazadas perdieron al bebé entre las semanas 6 y 8?)

Mi marido me dice una y otra vez que tenemos que ser optimistas, que mi pesimismo es lo que me impide quedarme embarazada y es que de lo que él no se da cuenta es de que cuanto más optimista soy, cuantas más esperanzas tengo, más grande es la ****** que me pego y más triste me pongo cuando veo que me ha bajado la regla.

Pero sí, un poco de razón sí tiene. Así que desde hoy mismo y, como mínimo, hasta el 6 de mayo… ¡a cruzar los dedos! Y vosotras también, ¿eh? :)

jueves, 17 de abril de 2014

El día de la marmota

No sé cuántas veces habré ido ya este mes al KiWuZe. Que si Erstgespräch, que si (varios) análisis de sangre, que si ecografía aquí, que si ecografía allá… La cosa es que, como ya sabéis, el KiWuZe me pilla bastante mal y tardo casi una hora de tren en llegar, así que lo de ir, como ahora, tres veces a la semana, para mí es un auténtico engorro. Además es que por una serie de circunstancias siempre, siempre, siempre, vuelvo a casa estresada, enfadada, desilusionada… Cada vez que me toca ir, es como si todo se repitiera como en un videojuego o en una pesadilla y yo ya empiezo a sentirme como Bill Murray en “El día de la marmota”. Os cuento.

Todos los días antes de salir de casa, relajada, compruebo que todas las ventanas están cerradas y que la cocina está apagada. Con la tontería, me doy cuenta de que ya no voy con tanto tiempo de sobra como pensaba al principio por lo que tengo que acelerar el paso para no perder el tren. Por suerte, cuando todavía me queda un poco para llegar a la estación, veo que se acerca un tranvía y que si corro un poquito me da tiempo a cogerlo por lo que llegaré  la estación 5 minutos antes que a pie. Corro, cojo el tranvía, llego a la estación. ¡Tengo que comprar el billete! ¡Scheiβe, en el Automat de la estación no es posible! Y… ¡Scheiβe, no llevo dinero suelto! ¿Cogerá billetes el Automat que hay dentro del tren o sólo monedas? Hmmm, si me compro un bocadillo en la panadería (de la estación) podré pagarlo con un billete de 10€ y podré comprar el billete con el cambio que me den. “¿De qué quiere el bocadillo, de jamón o de queso?” “Pues normalmente de jamón pero esta vez lo quiero de queso”. “¿Gouda o Mozzarella?” “¡Gouda, por supuesto! La Mozzarella mejor en ensalada”. Por fin subo al tren. Estaba claro que el Automat estaba en la otra punta, ¿no? Me abro camino entre la gente y por fin llego al Automat, ¡joder, qué lento es! Por fin tengo mi billete y puedo buscar un sitio. Mejor un sitio donde no haya nadie justo enfrente de mí porque paso de que me observen mientras me como el bocadillo. ¿Babearé? ¿Me llenaré de migas que no sabré después dónde tirar? El tren está lleno de gente, así que al final tengo que conformarme con un sitio en el pasillo donde todos pueden observarme. Me como el bocadillo intentando que no se me salga la lechuga de la boca, saco el Kindle y me pongo a leer.

Casi una hora después llego al KiWuZe, falta alrededor de media hora para que pueda entrar a ver a la Doctora T. Si hubiera cogido el siguiente tren a lo mejor habría llegado con unos minutos de retraso, lo que habría dado igual porque la Doctora T. nunca es puntual, pero de todas formas yo siempre prefiero llegar con el tren anterior aunque luego me toque esperar un montón.

La vuelta es siempre mucho peor. Siempre que salgo del KiWuZe faltan exactamente 11 minutos para que salga el tren a mi ciudad. Andando rápido, la estación está a unos 12 minutos, así que siempre me toca preguntarme: ¿corro y cojo el primer tren o voy despacio y tengo que esperar casi 30 minutos a que salga el siguiente? Pues siempre, hasta ahora, he decidido correr. ¿Y cuántas veces he cogido el tren? ¡Ninguna!

No os lo vais a creer pero todas las veces que he corrido he llegado al andén justo cuando se cerraban las puertas. En España estoy segura de que alguien habría sujetado la puerta para que no se me cerrara en las narices pero en este país son pocos los que mueven un dedo por los demás, así que todas las veces he perdido el tren por décimas de segundo. Habría sido suficiente con que alguno de los que estaban dentro del tren, al lado de la puerta, hubiera puesto la mano en el sensor, pero no, es mejor quedarse con cara de besugo mirando cómo yo corro, no, mejor dicho, cómo yo vuelo escaleras abajo. La última vez, para más inri, pasó algo también muy típico en este país y que no puedo soportar. Al cerrárseme las puertas del tren otra vez en las narices me dio un ataque de risa y se escapó de mi boca un “¡Scheiβe, es la tercera vez esta semana que pierdo el tren!”. ¿Os imagináis cómo reaccionaron las dos chicas que había a mi lado en el andén? Pues primero me miraron desconcertadas y después, como si oyeran llover. ¡Nada! ¡Ni una sonrisa! ¡Ni un “pues qué mala suerte”! ¡Ni un “¿y a mí que me importa?” ¡Nada! ¡Panda siesos los alemanes, de verdad! ¿De verdad es éste el país en el que quiero que crezcan mis hijos?

Por eso es por lo que todas las veces que he ido al KiWuZe este mes he llegado de tan mal humor a casa. Después de varias horas corroyéndome el mal humor y teniendo casi pesadillas con la próxima vez que tuviera que volver a vivir la misma experiencia es por lo que decidí que esto no podía continuar así. ¡Tengo que tomarme las cosas con más calma! Así que ayer decidí hacer las cosas de diferente manera y disfrutar de la vida. ¿No era también así en “El día de la marmota” que Bill Murray tiene que cambiar  algo de lo que hace cada día para que este día deje de repetirse? Pues eso mismo he hecho yo hoy.

A pesar de haber comprobado, como siempre, ventanas y cocina antes de salir de casa, he salido hoy con tiempo suficiente y sin prisa. Al pasar por la parada de tranvías he visto, como cada día, que venía uno y lo he cogido para ir más holgada de tiempo. En la estación me he comprado de nuevo un bocadillo, pero esta vez no para que me dieran el cambio sino porque tenía hambre de verdad. He llegado al tren tan pronto que todavía no estaba lleno y he comprado el billete en el Automat sin tener que hacer cola o abrirme camino entre la gente. Antes de entrar al KiWuZe me he ido a una panadería y me he tomado un café sin prisas.

Me ha costado un montón cambiar esta rutina e ir sin prisas a todas partes pero ha merecido la pena. ¿Qué cual ha sido mi premio? Pues como el de Bill Murray: ¡que el día de la marmota no se vuelva a repetir!

Y es que al llegar al KiWuZe todo ha sido diferente. He tenido que esperar menos de lo normal para el Ultraschall con la Doctora T., cuando he salido de la consulta no faltaban 11 minutos para que saliera mi tren sino 7 por lo que correr a la estación no merecía la pena, en la estación no sólo he tenido tiempo para comprar el billete del tren en un Automat de la estación para el que no había cola sino que también me ha dado tiempo para echarle un vistazo a la librería y en el tren he encontrado el mejor sitio que se pueda encontrar en un tren, uno lo suficientemente tranquilo como para sacar el portátil y escribir esta entrada de mi blog.

Ah, pero el mejor premio de todos es… ¡que mis folículos están suficientemente desarrollados y que no tengo que volver al KiWuZe hasta dentro de dos semanas!

¡¡¡Esperemos tener el positivo ya este ciclo y no tener que volver al KiWuZe nuuuuunca más!!!

lunes, 14 de abril de 2014

Nueva aventura con Gonal F.

Como ya sabéis, este ciclo he empezado un tratamiento con Gonal F., que es un preparado de folitropina alfa, es decir una hormona foliculoestimulante,  que se produce originariamente en las células de los ovarios del hámster chino (!!!) y que ha sido genéticamente modificada (!!!) para ser utilizada en mujeres (creo que si hubiera sabido estos datos antes, no habría empezado con el tratamiento).

Empecé a pincharme 37,5 i.E. el tercer día del ciclo, hace algo más de una semana, y el viernes pasado volví al KiWuZe para hacerme un Ultraschall y ver cómo se habían desarrollado mis folículos. Parece que este paso es imprescindible porque en muchos casos, y a pesar de una dosis baja, los ovarios desarrollan demasiados folículos (con lo que hay riesgo de embarazo múltiple) y a veces incluso aparecen quistes, por lo que el tratamiento debe ser interrumpido y hay que evitar quedarse embarazada en ese ciclo.

Tras el Ultraschall me dijo la Doctora T. que estaba todo bien pero que los folículos no se habían desarrollado lo suficiente, por lo que iba a tener que seguir pinchándome, esta vez 50 i.E., hasta el martes, día en que me iba a hacer un nuevo Ultraschall.

Me pidió que le entregara el plan que me había hecho la última vez para que me pudiera escribir en él los siguientes pasos a seguir y justo en ese momento me di cuenta de que había olvidado pincharme un día.

Es que cuando me dio la primera receta me explicó que el Gonal F. y el Clomifen funcionaban igual. Ella quiso decir con esto que se empieza el tratamiento en el tercer día del ciclo y yo me inventé el resto, es decir, que el tratamiento duraba 5 días (del 3 al 7). Así que el día 8 no me pinché y el día 9 fui al Ultraschall.

Cuando le confesé que no me había pinchado el día anterior porque creía recordar que ella me había dicho que el tratamiento era igual que el del Clomifen, y que no me había molestado en mirar el plan para comprobarlo, me miró con unos ojos grandísimos (“española tenías que ser”, debió de pensar la buena mujer) y me dijo que por olvidarme un día no pasaba nada. Después calculó la cantidad de Gonal F. que me quedaba en casa (según lo que me había inyectado hasta ese momento) y me dio una receta nueva para los pinchazos de los siguientes días.

Así que el sábado me levanté pronto y llamé a la farmacia para pedir el Gonal F., ya que normalmente no lo tienen vorrätig y, poco antes de que cerraran, pasé a recogerlo. ¡Qué mala suerte la mía!

Como ni siquiera miré la receta que me había dado la Doctora T. porque estaba convencida de que me había recetado lo mismo que la vez anterior, había pedido en la farmacia el Gonal F. 300 pero en la nueva receta ponía Gonal F. 450. Yo estaba prácticamente segura de que era lo mismo pero que en el de 450 había más cantidad que en el de 300 pero la farmacéutica me aseguró que el Wirkstoff en el de 450 era más fuerte que en el de 300 y que por eso no me podía dar el de 300 con esa receta. Había que pedir uno nuevo y no llegaría hasta hoy lunes. ¡Menos mal que todavía tenía dosis suficiente para el fin de semana en el Pen anterior! ¿O no?

Me pinché el sábado y ayer los 50 i.E. que me había dicho la Doctora T. y sólo después fue cuando me di cuenta de que no me salían los cálculos. Si me había pinchado 37,5 i.E. durante cinco días (=187,5) y 50 i.E. durante tres días (=150) el total son… ¡337,5 i.E.!¡Eso significa que ayer no me pude inyectar más que 12,5 i.E. en vez de 50 i.E.!

Y es que el Pen, no te avisa cuando ya no queda nada dentro. Bueno, sí tiene unas rayitas que te dicen más o menos por dónde va, pero cuando ya va llegando al final, no se ve exactamente si está en el 50 o en el 0. El problema, además, es que, aunque el Pen esté vacío, puedes seguir moviendo el dosificador (puedes girarlo incluso hasta 300 i.E.) y seguir apretando el botón para inyectar, así que si no vas calculando cada vez lo que te queda, no vas a saber que está vacío y… ¿qué te estás inyectando? ¿Aire?

Así que ahí va un Verbesserungsvorschlag para la casa Merck: ¿Por qué no hacen un nuevo Pen que se bloqueé cuando ya no quede nada dentro? O mejor aún: ¿Por qué no uno en el que el dosificador sólo se pueda girar hasta la dosis que queda dentro y no más, como es ahora el caso? Así sería más fácil calcular con antelación cuánto queda y cuándo es necesario comprar el siguiente.

Y otro Verbesserungsvorschlag para mí, por supuesto, es leer y releer el plan que me dé el médico y no creerme más lista que nadie y seguir el tratamiento de memoria y también, por supuesto, leer la receta y ver qué me han recetado antes de llamar a la farmacia para pedir un medicamento.

Porque ahora… ¿qué va a pasar con mis folículos si el día 8 del ciclo no me he pinchado y el día 11 me he puesto la cuarta cantidad de lo que debía? ¿Funcionará el tratamiento igual?

A ver qué me dice la doctora T. mañana cuando me haga el Ultraschall. Eso sí, mañana no le cuento que no había leído la receta y que por eso hasta hoy no he comprado el nuevo Pen, porque si no, me va a tomar por un caso perdido. ¡Con razón!


Edito:

Ayer, después de ir a la farmacia a comprar el nuevo pen y leerme las instrucciones, vi que efectivamente el pen tiene un método para saber que está vacío y que se necesita uno nuevo.

Al parecer, si cargas el pen con el dosificador y aprietas el botón para inyectar una dosis superior a la que contiene, el dosificador no gira hasta el cero sino hasta el número que indica la dosis que falta por inyectar. Es de lo más lógico. De hecho, eso es lo que yo propuse como mejora.

Ahora la cuestión es… ¿cómo es posible que mi pen girara hasta el cero si ya estaba vacío? Según las dosis que me había introducido los días antes, deberían haberme faltado 37,5 i.E. y por eso el dosificador debería haberse detenido en ese número, pero no lo hizo, llegó hasta el cero.

¿Será que el pen trae algo de más? ¡Raro, raro!

viernes, 11 de abril de 2014

¡Casi pierdo a mi (ciber)bebé!

Hoy el día ha empezado bien. Me he levantado bastante fit y he llegado al trabajo de muy buen humor. ¿El motivo? ¡Era viernes y empezaban mis vacaciones de Semana Santa!

Además, como hoy tenía que ir al KiWuZe a mediodía, sólo tenía que trabajar un par de horas y, no sólo eso, es que además, después de la cita del KiWuZe, todavía me iba a quedar tiempo para irme a Ikea con una amiga y gastarme el dinero que no tengo, en cosas que no necesito. ¡El día iba a ser redondo!

¡Ja, que te lo crees tú!

¿Conocéis la frase “hoy es un día maravilloso, ya verás cómo viene alguien y te lo jode?” Pues yo, precisamente hoy, la he vivido en mis propias carnes. Al trabajo he llegado de buen humor, sí, pero no habían pasado ni dos horas y ya se había presentado el primer problema. Y yo que tenía que coger el tren a casa para que me diera tiempo a darme una ducha antes de coger otro tren que me llevara al KiWuZe… Pues al final he tenido que salir del trabajo más tarde y casi pierdo el tren. ¡Menos mal que un alma caritativa me ha ofrecido a llevarme a la estación en coche y no lo he perdido, que si no a lo mejor incluso habría llegado tarde al KiWuZe y me habría quedado sin hacerme el Ultraschall!

El siguiente problema ha llegado cuando he llegado a casa. “¡Qué bien – he pensado – ahora un cafecito, leer el periódico, darme una ducha y tranquilamente a la estación para ir lo más relajada posible al KiWuZe!” Y otra vez “¡ja, que te lo crees tú!”

He encendido el portátil, me he puesto a leer el periódico mientras me tomaba un café, y me he dado cuenta de lo mucho que me molesta a veces que en la barra de direcciones me aparezcan miles de links que hace tiempo que abrí y que no voy a volver a necesitar en mi vida así que … “¿De verdad quiere borrar el historial definitivamente? No podrá recuperarlo”. Y yo, tonta de mí, le he dado a aceptar.

Y desde entonces horas sin poder entrar a Google, a Blogger… ¡a mi blog! Lo he intentado todo, pero Google siempre me decía que o mi dirección o mi contraseña eran incorrectas. ¡Eso me pasa por no haber puesto una dirección alternativa o un número de teléfono para la recuperación de la cuenta en caso de olvidar la contraseña!

Al final he tenido que darme la ducha e irme a la estación a toda leche y, hasta que no he vuelto de Ikea hace unos minutos, no he podido dejar de pensar en mi blog, mi pobre blog, mi bebé, que sólo tiene unas semanas y se iba a tener que quedar solito en ese gran mundo llamado internet. Sin posibilidad de ser actualizado, sin posibilidad de ser eliminado. En el limbo. De verdad, este día, en este sentido, ha sido horrible.

Perder la cuenta de Gmail me habría dado igual ya que la creé hace tan sólo unas semanas para poder publicar el blog y sólo la utilizo para eso, pero, sí, perder mi blog, justo cuando he conseguido tener dos seguidoras y unos pocos comentarios, habría sido para mí un golpe muy duro.

¿Qué cómo he hecho al final para recuperarlo? Pues es que al volver a casa he entrado en el portátil del trabajo, al que esta mañana no me ha dado tiempo a entrar, y ahí estaba aún mi correo abierto. Y sí, todo el día estaba metiendo una dirección incorrecta. Había cambiado un punto por un guión y, claro, así no había manera. ¡Menos mal que de la contraseña sí me acordaba!

Y sí, lo primero que he hecho no ha sido acceder al blog y empezar a escribir sobre lo que me han dicho en el KiWuZe sino entrar a mi correo y completar los datos que me faltaban: dirección de correo alternativa y número de teléfono. Ahora mi anonimato en la red es un poco menor pero ahora sé que mi pequeñín estará a salvo la próxima vez que se me vuelvan a cruzar los cables y olvide mi dirección o, para ser más original, la próxima vez, la contraseña.

Y ahora estoy erschöpft. Después de un día corriendo de un día para otro, con los pensamientos en otro lugar, el corazón a cien y empujando el carrito del Ikea, no me quedan ya fuerzas para escribir sobre lo que me ha dicho la Doctora T. Pero prometo hacerlo en los próximos días. Eso sí, ya os avanzo que tengo que seguir con el Gonal F. ahora inyectándome 50 i.E. (en vez de 37,5) y volver el martes a hacerme otra Ultraschall.

Ya os cuento.

¡Que paséis buen finde!

lunes, 7 de abril de 2014

Gonal F.

La última vez que fui a la Doctora T., hará unas tres semanas, me recetó Gonal F., unas inyecciones de folitropina alfa que, se supone, ayudarán a madurar a mis folículos.

Como ya sabéis por mi última entrada en este blog, no es que tenga demasiadas esperanzas en este tratamiento (más que nada porque yo no creo que la causa de mi infertilidad sea la calidad de mis óvulos y también por la cantidad de mujeres que escriben en internet que han seguido este tratamiento también y a las que no ha funcionado) pero he prometido hacer todo lo posible por hacer mi sueño realidad y éste es uno de los pasos que me pueden ayudar a conseguirlo.

El gran problema de este tratamiento es que las inyecciones me las tengo que poner yo misma y yo soy una cobardica de mucho cuidado.

Daba igual que hubiera leído en internet (por ejemplo, aquí) que no se nota ni dolor, ni picor, ni nada de nada, sabía que no iba a ser capaz de ponerme la primera inyección yo sola y, por eso, hace unos días me pasé por la consulta del médico de cabecera y le pregunté a la Arzthelferin si me la podía poner ella. ¡Menos mal que me dijo que sí! O mejor dicho, ¡qué pena que me dijera que sí! Ahora os cuento por qué.

El sábado por la mañana me levanté bastante histérica, para qué os voy engañar, y no conseguí tranquilizarme hasta horas después de que me hubieran inyectado el Gonal. Estuve un par de horas intentándome convencer de que era ridículo ir a la consulta del médico para eso y de que debería ponérmela yo sola, pero no dio resultado y allá que me fui.

Ya desde fuera y a través del cristal vi que la Arzthelferin que estaba de turno no era la misma con la que yo había hablado el jueves, así que tuve que prepararme para lo que fuera. ¿Y si ésta me decía que pasaba de ponerme la inyección y al final tenía que ponérmela yo sola?

Entré en la consulta y con voz temblorosa le dije: “Guten Morgen, tengo que ponerme una inyección y no soy capaz de hacerlo yo sola. Lo he intentado, se lo juro, pero no ha habido manera”. Cuando le enseñé lo que era me dijo un “oh, Gott, esto no lo he hecho nunca antes, pero no será tan difícil”. Se leyó las instrucciones por encima, bueno, en realidad creo que hizo como que las leía porque lo que pasó después demostró que tenía yo más idea que ella de lo que había que hacer. 

Me llevó a la habitación donde suelen sacar sangre o poner inyecciones y, al oír el teléfono, me dijo que esperara unos minutos. Unos minutos que a mí se me hicieron eternos.

Por fin volvió, me desinfectó la zona a pinchar con un algodón y, sin vacilar, se puso manos a la obra. ¿Para qué iba a leerse las instrucciones detalladamente si eso “no será tan difícil”?

Primer error: Intentó abrir la “pluma” (parece que en español se le llama así al “Pen”) por donde no era y no tirando de la tapa como debería ser. Yo le tuve que decir cómo se abría.

Sacó la aguja y la enroscó, esto sí lo hizo bien. ¡Bien!

Me clavó la aguja y no me dolió nada. ¡Bien! Pero…

Segundo error: Me pinchó y le dio al botón tan sólo una vez durante medio segundo (supongo que al llegar abajo del todo pensó que era como con una inyección normal) y si no fuera por el grito que le pegué, “¡¡¡no la saque todavía!!!”,  me habría tenido que pinchar otra vez. Había que esperar con el botón pulsado a que el indicador llegara al cero. El cero, el cero, ¿dónde coño está el cero?

Tercer error: “¡¡¡Scheiβe, me ha clavado la inyección con el indicador hacia abajo!!! ¡¡¡Tiene que girar la pluma para que veamos cómo llega el indicador al cero antes de sacar la aguja!!!” Y así tuvo que hacerlo, giró la aguja cuando todavía estaba dentro de mi michelín (cosa que suena asquerosamente repugnante pero que apenas noté) y cuando vimos el cero sacó la aguja, le puso la tapa pequeña y me dijo: “esto se lo lleva tal cual”. “¿¿¿Cómo??? De eso nada, eso se desenrosca otra vez y se tira a la basura, le ponemos la tapa a la pluma otra vez y me la llevo igual que ha venido”. “Ah, pues tiene razón”.

A pesar de la aventura, le di las gracias de todo corazón por haberme sacado del embrollo en el que me había metido al aceptar este tratamiento y me volví a casa. Sólo en ese momento pude volver a respirar.

Y, claro, también en ese momento me juré que las próximas inyecciones me las pondría yo misma. Y ya sabéis que lo que se jura se tiene que cumplir.

Así que ayer, después de pasar un día magnífico con una amiga, que se había ofrecido a ponerme la segunda inyección y a la que no dejé hacerlo por miedo a un espectáculo semejante al del día anterior, me fui para casa y me preparé psicológicamente: “Inspira, respira, inspira, respira. ¡Tú puedes!” Por miedo a marearme o algo así, me puse el pijama, me metí en la cama acompañada de mi libro, mi portátil y mi móvil (por si me daba por quedarme en la cama ya hasta esta mañana) y pensé: “¡esto es ridículo!” Así que volví a levantarme, me fui a la cocina, me froté otro de los michelines con una algodón empapado en alcohol (¡español!), le puse una jeringuilla nueva a la pluma y decidí contar hasta tres antes de clavarme la aguja. “Una, dos y…” ¡Zas, me la clavé! No sé por qué, la verdad, creo que en el último momento me di cuenta de que como llegara hasta tres no iba a ser capaz de pincharme, pero… ¡lo conseguí!

Y ahora no es que ya esté deseando volverme a pinchar, pero al menos sé que esta tarde y los próximos días que tenga que pincharme no voy a tener tanto miedo como en los últimos días.

Por cierto, no os he contado en qué consiste mi tratamiento este mes: Tengo que inyectarme 37,5 i.E. durante 5 días (desde el día 3 al día 7 del ciclo) e ir al KiWuZe en el día 9 del ciclo para hacerme una Ultraschall y que me miren cómo se han desarrollado mis folículos. Ahí me dirán si tengo suficientes, si son del tamaño adecuado o, incluso, si hay riesgo de embarazo múltiple, en cuyo caso deberíamos abortar la operación “bebé” este ciclo. Sin embargo, en caso de que los folículos sean adecuados me darán una receta para otra inyección (creo que Ovitrelle o algo similar) que provocará mi ovulación y en esos días tendré que tener relaciones programadas (qué palabra más sensual, grrr) con mi marido y esperar que haya funcionado. 

Si no ha funcionado, el mes que viene me subirán la dosis de Gonal F., imagino que a 75 i.E.

A ver qué me dicen el viernes en el KiWuZe. Ya os cuento.