lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Soy una mala persona?

En mi entrada Cruzando los dedos os hablaba de mis dos amigas que estaban a la espera de saber si estaban embarazadas después de un tratamiento de fertilidad.

Perdonadme que no os cuente hoy cómo se está desarrollando todo, pero es que soy bastante supersticiosa para estas cosas y tengo un miedo terrible a que todo se vaya al garete por mi culpa. Ya sabéis que Murphy es mi mejor amigo y que su ley a menudo rige mi vida. Pero sí, algún día de estos os contaré qué tal les va.

Hoy lo que quiero es daros las gracias por vuestros comentarios y por todos los ánimos que nos habéis mandado y, sobre todo, por cruzar los dedos conmigo. ¡Muchas gracias!

Pero también hoy me gustaría hablar de algo que me ha hecho pensar al leeros. Y es que parece que las infértiles tenemos algo más en común que la dificultad para ser mamá.

Parece que somos muchas las que nos convertimos en malas personas (como alguna de vosotras dice) cuando somos incapaces de quedarnos embarazadas y recibimos noticias de otras mujeres que están en estado de buena esperanza.

En algunos de vuestros comentarios y en muchos otros que he leído en diferentes blogs se habla de este fenómeno. De hecho, a algunas de vosotras les sorprendió que yo escribiera una entrada en mi blog expresando mis buenos deseos para que el embarazo de mis amigas llegara a buen fin.

Pero… ¿¿¿por qué???

Bueno, yo reconozco que no me alegro de los positivos de todas las que me cuentan que se han quedado embarazadas. Y sí, a veces hasta me da rabia que algunas se hayan quedado a la primera aunque todavía ni siquiera se habían planteado quedarse tan rápido.

Amigas que se han casado más tarde que yo, que llevan muchos menos años con sus parejas o que son mucho más jóvenes que yo son algunas de las víctimas de mi rabia.

Pero la peor noticia que recibí fue la de una de mis mejores amigas, a la que conozco desde la infancia y quiero con toda mi alma. Abrió la veda sin preocuparse de nada: No dejó de beber, no dejó de fumar, no tomó vitaminas, no empezó a comer bien, en definitiva, no hizo nada de nada para que su cuerpo se convirtiera en un nido confortable para el bebé que estaba a punto de concebir. Y yo veía su vida y pensaba “ésta es una candidata infértil”, “será otra compañera de batallas”, “otro hombro donde llorar”… Y de repente, su mensaje: “¡¡¡estoy embarazada!!!”

Y yo lo único que pude hacer, además de alegrarme de que me lo dijera por whatsapp y no en persona, es ponerme a llorar. No puedo decir si era rabia, odio, envidia, pero alegría seguro que no era.

Y lo pienso ahora y sé que en ningún momento he creído que no se lo mereciera, pero todavía, casi dos años después, cuando pienso en ella y en su precioso bebé, sólo siento una punzada en el estómago y unas ganas horribles de llorar.

¿Por qué soy tan mala persona?

¿Por qué no soy yo la que se ha quedado embarazada?

¿Qué hecho yo para merecer esto?

Y sí, todos estos pensamientos se repiten cada vez que me entero de que alguna se ha quedado embarazada antes que yo sin “merecérselo”.

Pero cuando se trata de  buenas amigas, que llevan tanto tiempo intentándolo, luchando por su sueño y sufriendo tanto como lo he hecho yo, al final sus luchas son mis luchas, sus sueños son mis sueños y sus positivos son mis positivos y cuando esto ocurre, yo quiero saltar de alegría de la misma manera que lo hacen ellas.

¿Pero significa eso ser mejor persona?

Pues a lo mejor no.

A lo mejor alegrarse con ellas porque la técnica empleada ha funcionado puede ser también un síntoma de egoísmo.

Si quiero rizar el rizo puedo pensar que esta alegría que siento por ellas es también porque creo que, si ellas lo han conseguido, la posibilidad de que yo lo consiga es también más alta. Cada batalla ganada por ellas puede ser una batalla que pueda ganar yo cuando entre en juego también. Una técnica que ha funcionado con ellas, cuando ya estaban a punto de tirar la toalla y empezar a pensar en la adopción, también podría funcionar conmigo, ¿o no?

Y lo dicho, todo esto sólo si quiero rizar el rizo, porque aunque muchas no os lo podáis creer, mi entrada Cruzando los dedos fue sincera, mis deseos de que mis amigas tengan un embarazo satisfactorio y tengan a un bebé saludable no tienen nada (vale, vale, casi nada) que ver con un deseo oculto de que lo que con ellas ha funcionado también funcione conmigo, en definitiva, …

¡Yo no soy mala persona!

Y estoy segura de que vosotras tampoco lo sois.

Sólo es que no podemos evitar sentirnos mal cuando recibimos este tipo de noticias. Es mayor el dolor que sentimos por no ser nosotras las agraciadas que la alegría que sentimos por ellas, pero eso no quiere decir que seamos malas personas. Eso sólo significa que somos personas sufrientes y que, cuando sufrimos, el resto del mundo nos la trae al pairo. Su dolor es quizás también nuestro dolor, pero sus alegrías son nuestro dolor también.

No os sintáis mal por sentiros como os sentís. No tengáis remordimientos de conciencia. Vosotras no sois malas personas tampoco, es la infertilidad la que nos hace comportarnos así. Ya veréis cómo nos libraremos también de estos malos sentimientos en cuanto nos libremos de la infertilidad.

Y mientras esto no ocurra, y si lo que queréis es dejar de sentir rabia y sentir alegría, ya sabéis, siempre podéis ser egoístas y pensar que si estas amigas han conseguido hacer realidad su sueño con tal o cual técnica, la probabilidad de que vosotras también lo consigáis es también más alta. ¡Ahí tenéis un motivo para alegraros!

Eso sí, con esto no os garantizo que os convirtáis en mejores personas pero… ¿quién ha dicho que tengamos que hacerlo?

martes, 11 de noviembre de 2014

inviTRA

Hace algunos días me encontré con un vídeo en el que Jacqueline de la Vega hablaba de lo mucho que tuvo que sufrir hasta hacer realidad su sueño de ser madre, de los numerosos tratamientos a los que tuvo que someterse y de las graves consecuencias que tuvo que afrontar a causa de la gran cantidad de hormonas que le fueron administradas hasta conseguirlo.

Con esta intervención promocionaba inviTRA, la feria de reproducción asistida que se celebraba por aquel entonces en Valencia.

Este fin de semana, es decir, desde el 14 hasta el 16 de noviembre, vuelve a celebrarse pero esta vez no será en Valencia sino en Madrid.

He estado leyendo algunas cosas en su página web y automáticamente me he preguntado si algunas de vosotras asistiréis o si conocéis a alguien que lo haga.

Yo, está claro, no asistiré. Y no sólo porque me pille bastante lejos y no tenga la posibilidad de ir, sino también porque no estoy preparada todavía para salir del armario. Una cosa es escribir un blog, escondiéndome detrás de un pseudónimo, y otra es dar la cara en un congreso dedicado a este tema del que yo, para ser sincera, reniego.

Me la imagino como la típica feria de turismo en la que los expositores sólo quieren ganar clientes y para ello los hinchan a publicidad, que si pegatinas, que si bolis, que si una tómbola… Todos prometiéndoles que en sus clínicas alcanzarán lo inalcanzable, llenándolos de ilusiones y esperanzas… No, gracias.

Pero es verdad que en la web la feria parece muy atractiva. Habrá un gran número de charlas en las que los expertos en la materia expondrán diferentes temas relacionados con la infertilidad y, como su nombre indica, con la reproducción asistida y después de cada charla habrá un tiempo de ruegos y preguntas. Interesante.

Yo creo que me he informado suficiente en los dos últimos años sobre la reproducción, asistida o no, y creo que en inviTRA no encontraré respuesta a mis preguntas. Por otro lado, viviendo en Alemania, dudo que elija una clínica española para someterme próximamente a un tratamiento de fertilidad.

Además, creo que me daría un miedo terrible asistir y que me viera alguien conocido o, incluso, salir en televisión. En su web aseguran que no permitirán la entrada con cámaras de vídeo o de fotos pero ya sabemos que este tipo de ferias suelen salir en los informativos. Ah, ¿y los móviles?

Bueno, que no, que no asistiré. ¿Y vosotras?

viernes, 7 de noviembre de 2014

Mi barriga y yo

Estoy que no sé si ponerme a llorar o matar a alguien.

¿Recordáis que os conté que creía que tenía más barriga desde que empecé a tomar el Utrogest(an)? Pues ya no lo creo, me lo han confirmado.

Y es que el otro día salía de casa dispuesta a hacer la compra y me encontré a una vecina que debe de pensar que me encantan los small talks porque siempre que me ve me para y me cuenta lo primero que se le pasa por la cabeza.

Vale, ya veis que muy bien no me cae pero… ¡¡es que ahora me cae mucho peor!!!

Y es que sólo fue una conversación de dos minutos pero dos minutos en los que la muy idiota no paró de mirarme la tripa. Al principio lo hizo sólo un segundo, con cara de extrañeza, pero después, ni corta ni perezosa no paraba de mirarme abajo y arriba, abajo y arriba y con cara de interrogante como diciendo “¿quieres contarme algo?”. Debió de pensar que no entendía de lenguaje corporal y empezó a moverse más exageradamente, a sonreír y a taparse la boca con gesto de sorpresa y ahí fui yo la que puso cara de extrañeza creyendo que se daría cuenta de que estaba metiendo la pata y que dejaría de comportarse como una idiota.

Pero no, ahí demostró que la que no tiene ni idea de lenguaje corporal es ella y siguió en sus trece, sonrisita, miradita abajo, subida de cejas interrogantes… Y ahí me harté.

Le puse mirada de odio, me llevé el dedo índice a la sien (no es verdad, en realidad hice el gesto que se hace en Alemania para estos casos) y le hice saber que me parecía que se estaba volviendo loca. No le di pie a disculparse ni a aclarar el malentendido, me giré sobre mis talones y eché a andar sin mirar atrás. Allí debí de dejarla preguntándose qué había hecho mal.

Y os aseguro que no seré yo quien se lo explique.

Pasarán las semanas y quizás los meses y se dará cuenta ella solita de que la barriga no sigue creciendo. Será ella la que diga “tierra, trágame” cuando vea la cagada que ha hecho.

Yo, de momento, evito encontrármela de nuevo en la escalera. Y el día que no tenga más remedio que hacerlo no sé cómo reaccionaré.

Eso sí, yo ya me he puesto a dieta, aunque soy consciente de que por mucha dieta que haga, si esta barriga es otro efecto secundario de las hormonas no me va a desaparecer así por así.

Tendré que volver a las chaquetas anchas y a ir metiendo tripa siempre que salga por la puerta de casa. Así la tonta de mi vecina no podrá amargarme de nuevo la semana aunque los demás acaben preguntándose por qué voy a todas partes con cara de aguantarme las ganas de ir al baño.