lunes, 13 de julio de 2015

Nuevo tratamiento - Día 15: Punción

Hoy, 36 horas después de pincharme Ovitrelle, tenía cita en el KiWuZe para llevar a cabo la punción de mis óvulos.

Hemos llegado antes de la hora porque a mi marido tenían que hacerle un análisis de sangre para descartar que tenga hepatitis o SIDA y también porque era preferible obtener la muestra de semen en la clínica en vez de hacerlo en casa y llevarla (tardamos alrededor de una hora de puerta a puerta).

Poco después de que mi marido terminara con lo suyo, el anestesista nos ha llamado a su consulta y me ha explicado el procedimiento a la vez que comprobaba (a través de un formulario que tuve que rellenar en casa) que no tenía ninguna enfermedad incompatible con la anestesia o la intervención.

Cuando hemos aclarado todo, he tenido que quitarme la ropa de cintura para abajo y ponerme los calcetines de invierno que me dijeron que llevara y una bata de hospital de las que se cierran a la espalda.

Y entonces ha llegado el momento.

He pasado al “quirófano” y me he subido a la silla de tortura, esta vez con las piernas todavía más arriba que cuando voy a hacerme una ecografía y en seguida me han puesto la vía con la anestesia y me he quedado dormida.

A los 15-20 minutos me han pasado a una camilla y me han llevado al Aufwachraum, donde mi marido ya estaba esperándome y donde me han dicho el resultado: un óvulo.

Me han entrado unas ganas horribles de llorar pero la verdad es que lo único para lo que tenía fuerzas en ese momento era para seguir durmiendo. Además, uno es mejor que ninguno.

Cuando ya estaba totalmente despierta, me han mandado a desayunar y a dar un paseo y una hora después he tenido que volver para una revisión. Todo en orden y para casa.

Mañana sobre las 12 podemos llamar para que nos digan si mi pequeñín se ha dejado fecundar y si seguimos en el juego o si, por desgracia, acaba aquí la carrera.

Van a ser, de nuevo,  unas horas de incertidumbre horribles, pero aquí vamos a estar nosotros, con todo el optimismo que podamos tener, enviándole toda nuestra energía a nuestro pequeñín y a los bichitos que tienen que llegar a seducirle y convenciéndonos de que nuestro ovulito es un luchador y que si ha llegado hasta aquí lo más seguro es que no sea para dejar la carrera ahora.

“Todo va a salir bien”, nos decimos todo el tiempo.

A ver mañana cómo han pasado la noche, tan solitos.

domingo, 12 de julio de 2015

Nuevo tratamiento - Día 12: Ecografía

El viernes volví al KiWuZe para hacerme una segunda ecografía y ver cómo se estaban desarrollando mis folículos. Ya el martes me llevé un buen palo cuando me dijeron que a pesar de usar Elonva (con lo que se supone que se obtienen tan buenos resultados), sólo había conseguido tres folículos, así que iba un poco dolida por la noticia de la última vez y con miedo de que me dieran otra noticia peor pero con la esperanza de que con esos tres folículos todavía la batalla no estuviera perdida.

Entré a la consulta de la Doctora T. (la misma Doctora T. que me atendió el martes y no la que se supone que es la mía) y sin casi tiempo para saludarnos me invitó a quitarme la ropa y subirme al potro de tortura. Me metió el ecógrafo por donde ya sabéis y le cambió la cara.

“Hmmm, en el ovario derecho… nada, uno pequeñísimo que no vamos a poder utilizar”
“Ya, eso me lo dijo el martes ya”
“Y en el ovario izquierdo… sólo dos”.
“¿Dos? ¿No eran tres el martes?”
“Ay, sí, el martes eran tres y sí, aquí está el tercero, pero ya no ha crecido más”.
“¿Y eso que significa?”
“Vaya a vestirse y ahora lo comentamos”

Me vestí en el cambiador, volví a la mesa de la doctora y entonces me confirmó que creía que sólo podíamos contar con dos. Pero ahí no acaba la cosa. Es que además me dijo que no podía confirmarme que de esos dos folículos fueran a obtener óvulos y me preguntó si no prefería cancelar de nuevo el tratamiento.

“¿Cancelar el tratamiento? ¡Usted me animó el martes a seguir adelante!”
“¡Y sigo haciéndolo hoy!”
“¿Entonces?”
“Sólo quiero que cuente con que es posible que en la punción no podamos obtener ningún óvulo y que puede que todo el esfuerzo que está usted haciendo no sirva para nada.”
“Pero todavía hay una posibilidad de que sí obtengan dos óvulos y es mejor tener pocos y de buena calidad que muchos pero de mala calidad, ¿no?”
“Por supuesto, así lo veo yo también. Además no creo que con otra estimulación vayamos a conseguir mejores resultados.”
“Entonces no hay más que hablar. He llegado hasta aquí y no me voy a rendir.”
“Vale. Entonces haremos la punción el lunes.”

Me dio más recetas para más inyecciones, me hicieron un nuevo análisis de sangre (para descartar hepatitis y SIDA antes de la punción) y salí de allí con el rabo entre las piernas.

Dos días. Dos días llevo comiéndome la cabeza. Dos días leyendo foros en internet y preguntándoles a las amigas. Dos días sabiendo que muchas veces los folículos están vacíos pero también que a veces de cada folículo sale más de un óvulo. Dos días como en una montaña rusa, entre la euforia y la depresión.

Mañana será la punción y se resolverán las dudas, me dirán si seguimos adelante o si, por ahora, no hay nada que hacer.

¡Esta incertidumbre me va a matar!

viernes, 10 de julio de 2015

Elonva, Orgalutran y Pergoveris

Como si no fuera suficientemente estresante esto de la infertilidad y lo de tenerse que meter continuamente “chutes” de hormonas para estimular nuestros ovarios, las farmacéuticas además diseñan sus jeringuillas de tal manera que nunca, nunca, nunca, consigo tener un sentimiento de alivio tras hacerlo. ¡Es que casi hay que hacer un máster para poder usarlas bien! ¡Qué estrés!

Acostumbrada ya a lo fácil que era usar la pluma de Gonal F. (aunque reconozco que al principio también me generó muchísima ansiedad), la semana pasada tuve que enfrentarme al reto de pincharme Elonva.

Me leí el prospecto de cabo a rabo y, cuando ya estaba 100% segura de que lo había entendido todo, me dispuse a pincharme. 


Limpié con alcohol la zona, saqué la jeringuilla de su caja, me alegré de lo fina que era la aguja y… ¡zás! me pinché. Todo iba maravillosamente, hasta que llegué al final.

“¿No decía el prospecto que al llegar al final la aguja retrocedía sola y se escondía dentro de la jeringuilla? ¡Pero si ya he llegado al final y no ha pasado nada!”

Apreté todo lo que pude y, nada, la aguja seguía dentro de mí pero dentro de la jeringuilla ya no se veía nada de líquido. Y la saqué.

Una vez fuera vi unas minigotitas en la punta de la aguja y también unas gotitas dentro de la jeringuilla y ahí ya empecé a comerme la cabeza:

“¿Y si esas gotitas que se han quedado ahí son suficientes para que no haga el efecto deseado?”.

 Y sin pensármelo dos veces… ¡zas! Me volví a pinchar.

¿Pues os podéis creer que no hice absolutamente nada y que sin embargo el émbolo salió disparado hacia atrás (con un muelle que tiene) y la aguja se metió hacia dentro por si sola como decía el prospecto?

“¿Por qué no lo ha hecho antes y ahora sí?”, pensé.

¡Seguro que sólo para que me coma la cabeza! Estoy segura de que las dos gotas que me inyecté la segunda vez no habrían cambiado el resultado del Ultraschall del martes pero, nada, que ya he tenido toda la semana material nuevo para sentirme mal y culpable.

Pero esto no acaba aquí.

El domingo me tocaba empezar con el Orgalutran. Antes de leer el prospecto saqué la jeringuilla y otra vez me alegré de que fuera tan pequeña y la aguja tan delgada.

“Esto va a estar chupao”, pensé.

Al instante saqué el prospecto y me puse a leerlo con atención para no hacer otra vez algo mal. Y aquí, un nuevo reto: “Inyectar preferiblemente en el muslo”.

“¿Cómo que en el muslo?”, me pregunté ya casi histérica. “¿Qué significa aquí “preferiblemente? ¿Tengo o no tengo que pincharme en el muslo? ¿Qué pasará si me pincho, como siempre, al lado del ombligo?”

¡Menos mal que estamos en la era de las tecnologías y pude buscar información en internet y escribir a mi amiga Y. para que me dijera dónde se pinchaba ella!

Vale, en el michelín también vale. Vamos allá. Prueba superada.

Pero esto tampoco acaba aquí.

El miércoles, después de ir el martes al KiWuZe y que me dijeran cómo íbamos a continuar el tratamiento, tuve que empezar a picharme Pergoveris.

Ya empezaron las complicaciones cuando quise pedirlo en la farmacia y me dijeron que me lo traerían al día siguiente.

“¿¿¿Al día siguiente??? ¡¡¡Pero si tengo que pincharme antes de irme a trabajar y cuando ustedes abren yo ya estoy en el trabajo!!!”
“Ah, bueno, si es así, entonces lo puedo pedir para que lo traigan esta tarde”

Y cuando fui a recogerlo... ¡horror! ¡Sólo han traído una caja y yo necesito dos! Bueno, como no tenía que chutarme las seis dosis de una vez, pude ir a recoger la segunda caja al día siguiente sin ningún problema.

Pero, no, de nuevo esto no acaba aquí.

Pergoveris, ahora lo sé, es, gracias a las jeringuillas y agujas que me han dado en el KiWuZe (recordad que Pergoveris viene sin jeringuillas ni agujas y que si no os las dan en la clínica, como a mí, tendréis que comprarlas a parte), la inyección que mejor he soportado: no he sentido la aguja, no duele al inyectar el líquido, no quedan rojeces ni pica la piel al terminar... ¡Parece todo ventajas! Sin embargo, es un auténtico rollo tener que mezclar una misma el disolvente con el principio activo.

En mi caso, además, he tenido que inyectarme dos dosis de principio activo con una dosis de disolvente por lo que lo de mezclar ha sido un poco más aufwändig aún:

En primer lugar, abrir las botellitas. Después sacar una jeringuilla y ponerle la aguja grande (que sólo sirve para preparar la mezcla). A continuación, pinchar el tapón de la botellita donde se encuentra el disolvente y llenar la jeringuilla con él tirando del émbolo.

“¿Lo estoy haciendo bien? ¿He cogido ya todo el líquido?”

Entonces toca introducir el disolvente en una de las botellitas que contiene el principio activo (de nuevo a través del tapón), agitar con cuidado para que se mezcle bien y recoger todo con la jeringuilla. Ya tienes una parte de disolvente con una parte de principio activo.

A continuación, y otra vez a través del tapón, hay que introducir esta mezcla en la segunda botellita de principio activo, volver a agitar un poco y recoger la mezcla (ahora sí con dos partes de principio activo y una de disolvente) tirando del émbolo.

Por último, cambias la aguja (¡qué gusto de aguja, tan fina y cortita!) y te pinchas. ¡Prueba superada!


Tres veces he tenido que seguir estos pasos. La primera vez, a pesar de los nervios, salió todo bien. La segunda, mucho mejor. Y la tercera, sin embargo… ¡un desastre!

Esta mañana tenía que inyectarme la última dosis (por ahora) de Pergoveris. No sé si es porque estaba muy dormida o porque hoy voy al KiWuZe a hacerme el segundo Ultraschall y estoy algo nerviosa, pero me ha costado un montón conseguir la inyección “perfecta”. Puede que algo no estuviera in Ordnung con la jeringuilla porque ya nada más empezar he notado que me costaba mucho sacar el líquido de la primera botellita. Era como si la jeringuilla tuviera más aire de lo normal. Lo mismo con la segunda y la tercera botellita, pero no he pensado en ningún momento que algo fuera a salir mal. Sin embargo, cuando ya tenía toda la mezcla dentro y tenía la jeringuilla con la punta hacia arriba preparada para sacar el aire… ¡¡¡ha salido un chorro disparado!!!

“Oh, Gott! ¡He perdido toda la inyección y no tengo ninguna otra con la que pincharme!”

Pero no ha sido así. Lo que en el aire había parecido un chorro, encima de la mesa eran en realidad sólo un par de gotitas. La jeringuilla seguía llena y lista para ser utilizada por lo que no he esperado ni un segundo más para pincharme. ¡No quería cagarla otra vez!

A ver qué me dicen luego en el KiWuZe. ¿Cuándo será la punción? ¿Cuántos días más tendré que seguir con Pergoveris y Orgalutran? ¿Me recetarán Ovitrelle para provocar la ovulación o volverán a mandarme Brevactid?

Ya me da casi igual. Si hace un par de años me hubieran dicho que iba a tener que ponerme sola inyecciones, me habría dado un ataque de pánico. Pero, ahora… ¡ahora que me receten lo que quieran. ¡Ya soy una profesional de las agujas y aguantaré con todo lo que me echen!

martes, 7 de julio de 2015

El gato, por ahora, sigue vivo

En un par de horas tengo la primera Ultraschall después de inyectarme Elonva hace 6 días. No he tenido ningún efecto secundario ni ningún síntoma que me haga pensar que la estimulación ha funcionado. Tampoco ninguno que me haga pensar que no ha funcionado. Nichts, nada, niente (que dicen tanto los alemanes).

Esta incertidumbre me va a matar.

Me recuerda a cuando estaba en el instituto o en la universidad y hacía algún examen, que tenía que esperar hasta un par de semanas para que me dijeran la nota. Sabía que el examen ya estaba hecho y que lo que fuera, sería, pero no podía dejar de comerme la cabeza.

Pues yo me siento exactamente igual.

Me pinché Elonva el miércoles pasado y durante estos 6 días que he tenido que esperar hasta el Ultraschall habrá pasado lo que tenía que pasar. Yo ya no puedo cambiarlo pero no puedo dejar de pensar ni un momento en si habrá o no hecho el efecto esperado/deseado, en si llegaré o no a la punción.

No, en realidad, esto peor que suspender un examen. En el instituto, si suspendía un examen sabía que era mi culpa porque no había estudiado suficiente. Sabía que, si estudiaba, la próxima vez podría sacar mejores notas, que si me esforzaba sería capaz de aprobar, pero ahora, si fracaso, no sabré qué tendré que hacer para no fracasar de nuevo, no sabré si en el próximo intento tendré más éxito. La próxima vez, de nuevo, no podré hacer nada para cambiarlo. 

Seguro que más de uno se ha encontrado en más de una ocasión en esta incertidumbre. De hecho, un físico austríaco llamado Schrödinger planteó ya en 1935 este mismo problema con ayuda de un experimento.  El experimento, por suerte imaginario, trataba de encerrar a un gato en una caja opaca junto con una botella de veneno radioactivo y el martillo encargado de romper dicha botella después de un tiempo determinado. Las probabilidades de que el martillo rompiera la botella y el gato muriera eran del 50% por lo que el gato tenía un 50% de probabilidades de sobrevivir.

Lo curioso del experimento es que, según Schrödinger, hasta que no se abriera la caja y se comprobara si el gato estaba vivo o muerto, el gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo. El motivo por el que ambos estados (vivo y muerto) ocurrirían a la vez tiene que ver, creo, con la física cuántica y los átomos, pero como yo nunca he sido de Ciencias y siempre suspendía Física y Química en el instituto, prefiero dejar mi explicación aquí y recomendaros que veáis este vídeo:




“¿Y a qué viene esto del gato?”, os preguntaréis.

Pues a que es la misma sensación que he tenido todo el tiempo, sólo que en vez de una caja opaca, en el experimento está mi cuerpo, en vez del gato están mis ovarios y en vez de un veneno mortal está Elonva. En un par de horas me dirán si el gato sigue vive (si tengo suficientes ovocitos para continuar con el tratamiento) o si el gato ha muerto (si tendremos que cancelar otra vez e intentarlo en un par de meses otra vez).

Es difícil ponerse en el lugar de Schrödinger y pensar que mis ovarios han producido suficientes ovocitos al mismo tiempo que no han producido suficientes. Es como si viviéramos dos vidas diferentes al mismo tiempo que nos llevan por diferentes caminos con mayor o menos éxito, con mejores o peores noticias…

Ahora sólo queda saber cuál de las dos vidas estoy a punto de vivir.

Algunas horas después...

Acabo de salir de la clínica y las noticias no son del todo buenas.

Seguimos, por ahora, con el tratamiento pero el número de ovocitos obtenidos gracias a Elonva no ha sido tan alto como se esperaba: Tres

Me he quedado muy chafada, la verdad, pero después de leer algunos foros en internet y, sobre todo, después de hablar con mi amiga Y., me he dado cuenta de que en realidad sólo necesito uno para hacer realidad mi sueño de ser madre y que en realidad es mucho mejor tener pocos y de buena calidad que muchos pero de mala calidad.

Así que, bueno, ahora a intentar ser optimista y esperar que en el próximo Ultraschall, el viernes, me digan que mis tres pequeñines tienen un tamaño perfecto para que podamos llegar a la punción.

Además, a partir de mañana me inyecto, junto con Orgalutran, Pergoveris, que parece que será el encargado de darles el último empujoncito.

Espero que todo vaya bien…



PD: No consigo encontrar de nuevo el blog en el que leí hace unos días la teoría del gato de Schödinger. Ni siquiera recuerdo si comenté en él. Si la autora de ese blog (del que ahora ni siquiera recuerdo el nombre) o alguien que lo haya leído se encuentra entre mis lectores, le ruego me ponga el link en un comentario. Me encantaría volver a leerlo.

viernes, 3 de julio de 2015

Quédate conmigo

Harta de ver en la estantería de mi habitación todas las cajas de pastillas e inyecciones varias que he necesitado en los últimos años para llegar hasta ti (o, mejor dicho, para que tú llegues hasta mí), he decidido seguir el ejemplo de Meri (¡Gracias, Meri!) y meter todo en una caja para no tener que verlo siempre y así no derrumbarme pensando cada vez: “¿por qué yo?”

Agnucaston (agnus castus)
Gonal F.
Ovitrelle
Progestan
Utrogest
Estradiol
Elonva
Orgalutran

He llegado a acumular tantas cajas, blísters y prospectos que la única caja en la que cabe todo es una de las botas de invierno que me compré el año y que tenía intención de decorar para utilizar en una ocasión mejor. Sin embargo, cuando vi la caja ahí, recordé la entrada del blog de Meri y cómo ella de una caja triste llena de medicamentos hizo una caja alegre a la espera de ser llenada de cosas alegres. Entonces supe que ésta se convertiría en tu caja.

Pero no pude esperar a acabar el tratamiento y tenerte para llenarla. Porque de repente estabas ahí, mirándome con esos ojos tan espectaculares que tienes, y yo no pude hacer otra cosa que cogerte en brazos, apretarte contra mí y llorar y llorar y llorar…

“Por favor, quédate conmigo”
“Esta vez quédate”
“Te prometo que voy a ser la mejor madre que puedas imaginar”
“Voy a cuidar de ti y hacer que seas el bebé más feliz del mundo”
“Esta vez tienes que quedarte pero ya no sólo por mí, eres el bebé más deseado del mundo”
“Tu padre también te quiere… ¡y tiene tantas ganas de enseñarte tantas cosas!”

Y te estreché todavía más fuerte contra mi pecho, y mis brazos apenas dejaban ver una pequeña parte de ti. Te acaricié la cabeza, ya sin ningún pelo, te conté cada uno de los dedos de las manos y me fijé en tus pies. Podía esconderlos en el puño de mi mano, ¡tan pequeños son!, y los besé una y cien veces.

“¡Quédate conmigo! ¡No puedo vivir ni un día más sin ti!”

Entonces te senté al lado de tu caja y decidí que era el momento de enseñarte todo lo que ya tenemos para ti. Abrí el armario y rebusqué entre mi ropa.

“¿Has visto qué vestido más precioso? Lo vi en H&M hace ya… déjame pensar… ¡hace ya seis años! y no pude evitar comprártelo”
“¿Y no te parece que éste es el jersey de niño más bonito que hayas visto nunca? Estoy segura de que aunque nacieras niñas estarías deseando tener un año para poder ponértelo”
“¿Y no estás deseando ya saber andar para poderte poner estos calcetines ABS que te compramos en la mejor ciudad del mundo?”

Y te pregunté si no te importaría que metiera todo esto ya en tu caja, aunque todavía esté llena de medicamentos usados o por usar. Y parecía que a ti te hacía tanta ilusión como a mí así que metí tu ropa en la caja, la cerré, la coloqué en lo alto de la estantería y te senté a ti encima de ella.

Tú eres ahora el guardián de la caja. Tú eres ahora el encargado de que esta caja no tenga que volverse a abrir. Ahora depende de ti que tenga o no que volver a pincharme, que tenga o no que volver a tomar las pastillas…

Y volví a cogerte entre mis brazos, a besarte, y a hablarte:

“¡Por favor, quédate conmigo! ¡No sé si podré seguir la búsqueda! ¡No podré soportar un fracaso más!”

Y, de nuevo sentado encima de tu caja, me miraste y, casi como un dios, parecía que aún querías más. Y yo te vi ahí, en tu altar, tan solito, que decidí dar un paso más y ofrecerte compañía.

Salí corriendo al dormitorio y cogí los muñecos que tenemos reservados para ti. La ovejita, la jirafa y, desde hace un par de meses, también el burro, te acompañarán en lo alto de la estantería, sentados contigo encima de tu caja. Ellos te harán compañía. Te demostrarán lo deseado que eres. Te harán saber cuántos años llevamos ya buscándote.

¡Ay, casi se me olvida, también un par de cuentos! Sí, ahora sí. Ahora sé que, aunque yo no pueda estar todo el tiempo aquí hablándote, abrazándote, besándote, todo lo que te acompaña encima de tu caja te recordará cada segundo cuánto te quiero, cuánto pienso en ti.

 “Por favor, quédate conmigo”

Te prometo que si te quedas conmigo, si decides anidar en mi vientre, no me separaré de ti ni un segundo y, que si decides nacer, te apretaré tan fuerte como lo hago ahora, te querré todavía más de lo que ya te quiero hoy y te juro que jamás tendrás motivos para arrepentirte de haber querido formar parte de esta familia.

“Te quiero”
“Te queremos”
“Quédate”

PD: Recuerdo la primera vez que te tuve entre mis brazos. Debía de tener 5 ó 6 años el día que Papá Noel te trajo en su saco y te dejó en mi salón. Desde ese día, hace ya más de treinta años, siempre has sido mi favorito. ¿No crees que ya va siendo hora de que seas real?