Espermiograma: bueno
Óvulo: bueno
Fecundación: Negativa
Nada más que comentar :(
martes, 14 de julio de 2015
lunes, 13 de julio de 2015
Nuevo tratamiento - Día 15: Punción
Hoy, 36 horas después de pincharme Ovitrelle, tenía cita en
el KiWuZe para llevar a cabo la punción de mis óvulos.
Hemos llegado antes de la hora porque a mi marido tenían que
hacerle un análisis de sangre para descartar que tenga hepatitis o SIDA y también
porque era preferible obtener la muestra de semen en la clínica en vez de
hacerlo en casa y llevarla (tardamos alrededor de una hora de puerta a puerta).
Poco después de que mi marido terminara con lo suyo, el
anestesista nos ha llamado a su consulta y me ha explicado el procedimiento a
la vez que comprobaba (a través de un formulario que tuve que rellenar en casa)
que no tenía ninguna enfermedad incompatible con la anestesia o la
intervención.
Cuando hemos aclarado todo, he tenido que quitarme la ropa
de cintura para abajo y ponerme los calcetines de invierno que me dijeron que
llevara y una bata de hospital de las que se cierran a la espalda.
Y entonces ha llegado el momento.
He pasado al “quirófano” y me he subido a la silla de
tortura, esta vez con las piernas todavía más arriba que cuando voy a hacerme
una ecografía y en seguida me han puesto la vía con la anestesia y me he
quedado dormida.
A los 15-20 minutos me han pasado a una camilla y me han
llevado al Aufwachraum, donde mi marido ya estaba esperándome y donde me han
dicho el resultado: un óvulo.
Me han entrado unas ganas horribles de llorar pero la verdad
es que lo único para lo que tenía fuerzas en ese momento era para seguir
durmiendo. Además, uno es mejor que ninguno.
Cuando ya estaba totalmente despierta, me han mandado a desayunar
y a dar un paseo y una hora después he tenido que volver para una revisión.
Todo en orden y para casa.
Mañana sobre las 12 podemos llamar para que nos digan si mi
pequeñín se ha dejado fecundar y si seguimos en el juego o si, por desgracia,
acaba aquí la carrera.
Van a ser, de nuevo, unas horas de incertidumbre horribles, pero
aquí vamos a estar nosotros, con todo el optimismo que podamos tener, enviándole
toda nuestra energía a nuestro pequeñín y a los bichitos que tienen que llegar
a seducirle y convenciéndonos de que nuestro ovulito es un luchador y que si ha
llegado hasta aquí lo más seguro es que no sea para dejar la carrera ahora.
“Todo va a salir bien”, nos decimos todo el tiempo.
A ver mañana cómo han pasado la noche, tan solitos.
domingo, 12 de julio de 2015
Nuevo tratamiento - Día 12: Ecografía
El viernes volví al KiWuZe para
hacerme una segunda ecografía y ver cómo se estaban desarrollando mis
folículos. Ya el martes me llevé un buen palo cuando me dijeron que a pesar de
usar Elonva (con lo que se supone que se obtienen tan buenos resultados), sólo
había conseguido tres folículos, así que iba un poco dolida por la noticia de
la última vez y con miedo de que me dieran otra noticia peor pero con la
esperanza de que con esos tres folículos todavía la batalla no estuviera
perdida.
Entré a la consulta de la Doctora
T. (la misma Doctora T. que me atendió el martes y no la que se supone que es
la mía) y sin casi tiempo para saludarnos me invitó a quitarme la ropa y
subirme al potro de tortura. Me metió el ecógrafo por donde ya sabéis y le
cambió la cara.
“Hmmm, en el ovario derecho…
nada, uno pequeñísimo que no vamos a poder utilizar”
“Ya, eso me lo dijo el martes ya”
“Y en el ovario izquierdo… sólo
dos”.
“¿Dos? ¿No eran tres el martes?”
“Ay, sí, el martes eran tres y
sí, aquí está el tercero, pero ya no ha crecido más”.
“¿Y eso que significa?”
“Vaya a vestirse y ahora lo
comentamos”
Me vestí en el cambiador, volví a
la mesa de la doctora y entonces me confirmó que creía que sólo podíamos contar
con dos. Pero ahí no acaba la cosa. Es que además me dijo que no podía
confirmarme que de esos dos folículos fueran a obtener óvulos y me preguntó si
no prefería cancelar de nuevo el tratamiento.
“¿Cancelar el tratamiento? ¡Usted
me animó el martes a seguir adelante!”
“¡Y sigo haciéndolo hoy!”
“¿Entonces?”
“Sólo quiero que cuente con que
es posible que en la punción no podamos obtener ningún óvulo y que puede que
todo el esfuerzo que está usted haciendo no sirva para nada.”
“Pero todavía hay una posibilidad
de que sí obtengan dos óvulos y es mejor tener pocos y de buena calidad que
muchos pero de mala calidad, ¿no?”
“Por supuesto, así lo veo yo
también. Además no creo que con otra estimulación vayamos a conseguir mejores
resultados.”
“Entonces no hay más que hablar.
He llegado hasta aquí y no me voy a rendir.”
“Vale. Entonces haremos la
punción el lunes.”
Me dio más recetas para más
inyecciones, me hicieron un nuevo análisis de sangre (para descartar hepatitis
y SIDA antes de la punción) y salí de allí con el rabo entre las piernas.
Dos días. Dos días llevo comiéndome
la cabeza. Dos días leyendo foros en internet y preguntándoles a las amigas.
Dos días sabiendo que muchas veces los folículos están vacíos pero también que
a veces de cada folículo sale más de un óvulo. Dos días como en una montaña
rusa, entre la euforia y la depresión.
Mañana será la punción y se
resolverán las dudas, me dirán si seguimos adelante o si, por ahora, no hay
nada que hacer.
¡Esta incertidumbre me va a
matar!
viernes, 10 de julio de 2015
Elonva, Orgalutran y Pergoveris
Como si no fuera suficientemente estresante esto de la
infertilidad y lo de tenerse que meter continuamente “chutes” de hormonas para
estimular nuestros ovarios, las farmacéuticas además diseñan sus jeringuillas
de tal manera que nunca, nunca, nunca, consigo tener un sentimiento de alivio
tras hacerlo. ¡Es que casi hay que hacer un máster para poder usarlas bien!
¡Qué estrés!
Acostumbrada ya a lo fácil que era usar la pluma de Gonal F.
(aunque reconozco que al principio también me generó muchísima ansiedad), la
semana pasada tuve que enfrentarme al reto de pincharme Elonva.
Me leí el prospecto de cabo a rabo y, cuando ya estaba 100%
segura de que lo había entendido todo, me dispuse a pincharme.
Limpié con
alcohol la zona, saqué la jeringuilla de su caja, me alegré de lo fina que era
la aguja y… ¡zás! me pinché. Todo iba maravillosamente, hasta que llegué al
final.
“¿No decía el prospecto que al llegar al final la aguja
retrocedía sola y se escondía dentro de la jeringuilla? ¡Pero si ya he llegado
al final y no ha pasado nada!”
Apreté todo lo que pude y, nada, la aguja seguía dentro de
mí pero dentro de la jeringuilla ya no se veía nada de líquido. Y la saqué.
Una vez fuera vi unas minigotitas en la punta de la aguja y
también unas gotitas dentro de la jeringuilla y ahí ya empecé a comerme la
cabeza:
“¿Y si esas gotitas que se han quedado ahí son suficientes
para que no haga el efecto deseado?”.
Y sin pensármelo dos
veces… ¡zas! Me volví a pinchar.
¿Pues os podéis creer que no hice absolutamente nada y que sin
embargo el émbolo salió disparado hacia atrás (con un muelle que tiene) y la
aguja se metió hacia dentro por si sola como decía el prospecto?
“¿Por qué no lo ha hecho antes y ahora sí?”, pensé.
¡Seguro que sólo para que me coma la cabeza! Estoy segura de
que las dos gotas que me inyecté la segunda vez no habrían cambiado el
resultado del Ultraschall del martes pero, nada, que ya he tenido toda la
semana material nuevo para sentirme mal y culpable.
Pero esto no acaba aquí.
El domingo me tocaba empezar con el Orgalutran. Antes de
leer el prospecto saqué la jeringuilla y otra vez me alegré de que fuera tan
pequeña y la aguja tan delgada.
“Esto va a estar chupao”, pensé.
Al instante saqué el prospecto y me puse a leerlo con
atención para no hacer otra vez algo mal. Y aquí, un nuevo reto: “Inyectar
preferiblemente en el muslo”.
“¿Cómo que en el muslo?”, me pregunté ya casi histérica.
“¿Qué significa aquí “preferiblemente? ¿Tengo o no tengo que pincharme en el
muslo? ¿Qué pasará si me pincho, como siempre, al lado del ombligo?”
¡Menos mal que estamos en la era de las tecnologías y pude
buscar información en internet y escribir a mi amiga Y. para que me dijera
dónde se pinchaba ella!
Vale, en el michelín también vale. Vamos allá. Prueba
superada.
Pero esto tampoco acaba aquí.
El miércoles, después de ir el martes al KiWuZe y que me
dijeran cómo íbamos a continuar el tratamiento, tuve que empezar a picharme
Pergoveris.
Ya empezaron las complicaciones cuando quise pedirlo en la
farmacia y me dijeron que me lo traerían al día siguiente.
“¿¿¿Al día siguiente??? ¡¡¡Pero si tengo que pincharme antes
de irme a trabajar y cuando ustedes abren yo ya estoy en el trabajo!!!”
“Ah, bueno, si es así, entonces lo puedo pedir para que lo
traigan esta tarde”
“Danke, danke, danke!!!”
Y cuando fui a recogerlo... ¡horror! ¡Sólo han traído una
caja y yo necesito dos! Bueno, como no tenía que chutarme las seis dosis de una
vez, pude ir a recoger la segunda caja al día siguiente sin ningún problema.
Pero, no, de nuevo esto no acaba aquí.
Pergoveris, ahora lo sé, es, gracias a las jeringuillas y
agujas que me han dado en el KiWuZe (recordad que Pergoveris viene sin
jeringuillas ni agujas y que si no os las dan en la clínica, como a mí,
tendréis que comprarlas a parte), la inyección que mejor he soportado: no he
sentido la aguja, no duele al inyectar el líquido, no quedan rojeces ni pica la
piel al terminar... ¡Parece todo ventajas! Sin embargo, es un auténtico rollo
tener que mezclar una misma el disolvente con el principio activo.
En mi caso, además, he tenido que inyectarme dos dosis de
principio activo con una dosis de disolvente por lo que lo de mezclar ha sido
un poco más aufwändig aún:
En primer lugar, abrir las botellitas. Después sacar una
jeringuilla y ponerle la aguja grande (que sólo sirve para preparar la mezcla).
A continuación, pinchar el tapón de la botellita donde se encuentra el
disolvente y llenar la jeringuilla con él tirando del émbolo.
“¿Lo estoy haciendo bien? ¿He cogido ya todo el líquido?”
Entonces toca introducir el disolvente en una de las
botellitas que contiene el principio activo (de nuevo a través del tapón),
agitar con cuidado para que se mezcle bien y recoger todo con la jeringuilla.
Ya tienes una parte de disolvente con una parte de principio activo.
A continuación, y otra vez a través del tapón, hay que
introducir esta mezcla en la segunda botellita de principio activo, volver a
agitar un poco y recoger la mezcla (ahora sí con dos partes de principio activo
y una de disolvente) tirando del émbolo.
Por último, cambias la aguja (¡qué gusto de aguja, tan fina
y cortita!) y te pinchas. ¡Prueba superada!
Tres veces he tenido que seguir estos pasos. La primera vez,
a pesar de los nervios, salió todo bien. La segunda, mucho mejor. Y la tercera,
sin embargo… ¡un desastre!
Esta mañana tenía que inyectarme la última dosis (por ahora)
de Pergoveris. No sé si es porque estaba muy dormida o porque hoy voy al KiWuZe
a hacerme el segundo Ultraschall y estoy algo nerviosa, pero me ha costado un
montón conseguir la inyección “perfecta”. Puede que algo no estuviera in Ordnung con la jeringuilla porque ya nada más empezar he notado que me costaba
mucho sacar el líquido de la primera botellita. Era como si la jeringuilla
tuviera más aire de lo normal. Lo mismo con la segunda y la tercera botellita,
pero no he pensado en ningún momento que algo fuera a salir mal. Sin embargo,
cuando ya tenía toda la mezcla dentro y tenía la jeringuilla con la punta hacia
arriba preparada para sacar el aire… ¡¡¡ha salido un chorro disparado!!!
“Oh, Gott! ¡He perdido toda la inyección y no tengo ninguna
otra con la que pincharme!”
Pero no ha sido así. Lo que en el aire había parecido un
chorro, encima de la mesa eran en realidad sólo un par de gotitas. La
jeringuilla seguía llena y lista para ser utilizada por lo que no he esperado
ni un segundo más para pincharme. ¡No quería cagarla otra vez!
A ver qué me dicen luego en el KiWuZe. ¿Cuándo será la
punción? ¿Cuántos días más tendré que seguir con Pergoveris y Orgalutran? ¿Me
recetarán Ovitrelle para provocar la ovulación o volverán a mandarme Brevactid?
Ya me da casi igual. Si hace un par de años me hubieran
dicho que iba a tener que ponerme sola inyecciones, me habría dado un ataque de
pánico. Pero, ahora… ¡ahora que me receten lo que quieran. ¡Ya soy una
profesional de las agujas y aguantaré con todo lo que me echen!
martes, 7 de julio de 2015
El gato, por ahora, sigue vivo
En un par de horas tengo la primera Ultraschall después de
inyectarme Elonva hace 6 días. No he tenido ningún efecto secundario ni ningún
síntoma que me haga pensar que la estimulación ha funcionado. Tampoco ninguno
que me haga pensar que no ha funcionado. Nichts, nada, niente (que dicen tanto
los alemanes).
Esta incertidumbre me va a matar.
Me recuerda a cuando estaba en el instituto o en la
universidad y hacía algún examen, que tenía que esperar hasta un par de semanas
para que me dijeran la nota. Sabía que el examen ya estaba hecho y que lo que
fuera, sería, pero no podía dejar de comerme la cabeza.
Pues yo me siento exactamente igual.
Me pinché Elonva el miércoles pasado y durante estos 6 días que
he tenido que esperar hasta el Ultraschall habrá pasado lo que tenía que pasar.
Yo ya no puedo cambiarlo pero no puedo dejar de pensar ni un momento en si
habrá o no hecho el efecto esperado/deseado, en si llegaré o no a la punción.
No, en realidad, esto peor que suspender un examen. En el
instituto, si suspendía un examen sabía que era mi culpa porque no había
estudiado suficiente. Sabía que, si estudiaba, la próxima vez podría sacar
mejores notas, que si me esforzaba sería capaz de aprobar, pero ahora, si
fracaso, no sabré qué tendré que hacer para no fracasar de nuevo, no sabré si
en el próximo intento tendré más éxito. La próxima vez, de nuevo, no podré
hacer nada para cambiarlo.
Seguro que más de uno se ha encontrado en más de una ocasión
en esta incertidumbre. De hecho, un físico austríaco llamado Schrödinger planteó
ya en 1935 este mismo problema con ayuda de un experimento. El experimento, por suerte imaginario, trataba
de encerrar a un gato en una caja opaca junto con una botella de veneno radioactivo
y el martillo encargado de romper dicha botella después de un tiempo
determinado. Las probabilidades de que el martillo rompiera la botella y el
gato muriera eran del 50% por lo que el gato tenía un 50% de probabilidades de
sobrevivir.
Lo curioso del experimento es que, según Schrödinger, hasta
que no se abriera la caja y se comprobara si el gato estaba vivo o muerto, el
gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo. El motivo por el que ambos estados
(vivo y muerto) ocurrirían a la vez tiene que ver, creo, con la física cuántica
y los átomos, pero como yo nunca he sido de Ciencias y siempre suspendía Física
y Química en el instituto, prefiero dejar mi explicación aquí y recomendaros
que veáis este vídeo:
“¿Y a qué viene esto del gato?”, os preguntaréis.
Pues a que es la misma sensación que he tenido todo el
tiempo, sólo que en vez de una caja opaca, en el experimento está mi cuerpo, en
vez del gato están mis ovarios y en vez de un veneno mortal está Elonva. En un
par de horas me dirán si el gato sigue vive (si tengo suficientes ovocitos para
continuar con el tratamiento) o si el gato ha muerto (si tendremos que cancelar
otra vez e intentarlo en un par de meses otra vez).
Es difícil ponerse en el lugar de Schrödinger y pensar que
mis ovarios han producido suficientes ovocitos al mismo tiempo que no han
producido suficientes. Es como si viviéramos dos vidas diferentes al mismo
tiempo que nos llevan por diferentes caminos con mayor o menos éxito, con
mejores o peores noticias…
Ahora sólo queda saber cuál de las dos vidas estoy a punto
de vivir.
Algunas horas después...
Acabo de salir de la clínica y las noticias no son del todo
buenas.
Seguimos, por ahora, con el tratamiento pero el número de
ovocitos obtenidos gracias a Elonva no ha sido tan alto como se esperaba: Tres
Me he quedado muy chafada, la verdad, pero después de leer
algunos foros en internet y, sobre todo, después de hablar con mi amiga Y., me
he dado cuenta de que en realidad sólo necesito uno para hacer realidad mi
sueño de ser madre y que en realidad es mucho mejor tener pocos y de buena
calidad que muchos pero de mala calidad.
Así que, bueno, ahora a intentar ser optimista y esperar que
en el próximo Ultraschall, el viernes, me digan que mis tres pequeñines tienen
un tamaño perfecto para que podamos llegar a la punción.
Además, a partir de mañana me inyecto, junto con Orgalutran,
Pergoveris, que parece que será el encargado de darles el último empujoncito.
Espero que todo vaya bien…
PD: No consigo encontrar de nuevo el blog en el que leí hace unos días la teoría del gato de Schödinger. Ni siquiera recuerdo si comenté en él. Si la autora de ese blog (del que ahora ni siquiera recuerdo el nombre) o alguien que lo haya leído se encuentra entre mis lectores, le ruego me ponga el link en un comentario. Me encantaría volver a leerlo.
PD: No consigo encontrar de nuevo el blog en el que leí hace unos días la teoría del gato de Schödinger. Ni siquiera recuerdo si comenté en él. Si la autora de ese blog (del que ahora ni siquiera recuerdo el nombre) o alguien que lo haya leído se encuentra entre mis lectores, le ruego me ponga el link en un comentario. Me encantaría volver a leerlo.
viernes, 3 de julio de 2015
Quédate conmigo
Harta de ver en la estantería de mi habitación todas las
cajas de pastillas e inyecciones varias que he necesitado en los últimos años
para llegar hasta ti (o, mejor dicho, para que tú llegues hasta mí), he
decidido seguir el ejemplo de Meri (¡Gracias, Meri!) y meter todo en una caja
para no tener que verlo siempre y así no derrumbarme pensando cada vez: “¿por
qué yo?”
Agnucaston (agnus castus)
Gonal F.
Ovitrelle
Progestan
Utrogest
Estradiol
Elonva
Orgalutran
He llegado a acumular tantas cajas, blísters y prospectos
que la única caja en la que cabe todo es una de las botas de invierno que me
compré el año y que tenía intención de decorar para utilizar en una ocasión
mejor. Sin embargo, cuando vi la caja ahí, recordé la entrada del blog de Meri
y cómo ella de una caja triste llena de medicamentos hizo una caja alegre a la espera
de ser llenada de cosas alegres. Entonces supe que ésta se convertiría en tu
caja.
Pero no pude esperar a acabar el tratamiento y tenerte para
llenarla. Porque de repente estabas ahí, mirándome con esos ojos tan
espectaculares que tienes, y yo no pude hacer otra cosa que cogerte en brazos,
apretarte contra mí y llorar y llorar y llorar…
“Por favor, quédate conmigo”
“Esta vez quédate”
“Te prometo que voy a ser la mejor madre que puedas imaginar”
“Voy a cuidar de ti y hacer que seas el bebé más feliz del
mundo”
“Esta vez tienes que quedarte pero ya no sólo por mí, eres
el bebé más deseado del mundo”
“Tu padre también te quiere… ¡y tiene tantas ganas de
enseñarte tantas cosas!”
Y te estreché todavía más fuerte contra mi pecho, y mis
brazos apenas dejaban ver una pequeña parte de ti. Te acaricié la cabeza, ya
sin ningún pelo, te conté cada uno de los dedos de las manos y me fijé en tus
pies. Podía esconderlos en el puño de mi mano, ¡tan pequeños son!, y los besé
una y cien veces.
“¡Quédate conmigo! ¡No puedo vivir ni un día más sin ti!”
Entonces te senté al lado de tu caja y decidí que era el
momento de enseñarte todo lo que ya tenemos para ti. Abrí el armario y rebusqué
entre mi ropa.
“¿Has visto qué vestido más precioso? Lo vi en H&M hace
ya… déjame pensar… ¡hace ya seis años! y no pude evitar comprártelo”
“¿Y no te parece que éste es el jersey de niño más bonito que
hayas visto nunca? Estoy segura de que aunque nacieras niñas estarías deseando
tener un año para poder ponértelo”
“¿Y no estás deseando ya saber andar para poderte poner
estos calcetines ABS que te compramos en la mejor ciudad del mundo?”
Y te pregunté si no te importaría que metiera todo esto ya
en tu caja, aunque todavía esté llena de medicamentos usados o por usar. Y
parecía que a ti te hacía tanta ilusión como a mí así que metí tu ropa en la
caja, la cerré, la coloqué en lo alto de la estantería y te senté a ti encima
de ella.
Tú eres ahora el guardián de la caja. Tú eres ahora el
encargado de que esta caja no tenga que volverse a abrir. Ahora depende de ti
que tenga o no que volver a pincharme, que tenga o no que volver a tomar las
pastillas…
Y volví a cogerte entre mis brazos, a besarte, y a hablarte:
“¡Por favor, quédate conmigo! ¡No sé si podré seguir la
búsqueda! ¡No podré soportar un fracaso más!”
Y, de nuevo sentado encima de tu caja, me miraste y, casi
como un dios, parecía que aún querías más. Y yo te vi ahí, en tu altar, tan
solito, que decidí dar un paso más y ofrecerte compañía.
Salí corriendo al dormitorio y cogí los muñecos que tenemos
reservados para ti. La ovejita, la jirafa y, desde hace un par de meses,
también el burro, te acompañarán en lo alto de la estantería, sentados contigo
encima de tu caja. Ellos te harán compañía. Te demostrarán lo deseado que eres.
Te harán saber cuántos años llevamos ya buscándote.
¡Ay, casi se me olvida, también un par de cuentos! Sí, ahora
sí. Ahora sé que, aunque yo no pueda estar todo el tiempo aquí hablándote,
abrazándote, besándote, todo lo que te acompaña encima de tu caja te recordará
cada segundo cuánto te quiero, cuánto pienso en ti.
“Por favor, quédate
conmigo”
Te prometo que si te quedas conmigo, si decides anidar en mi
vientre, no me separaré de ti ni un segundo y, que si decides nacer, te
apretaré tan fuerte como lo hago ahora, te querré todavía más de lo que ya te
quiero hoy y te juro que jamás tendrás motivos para arrepentirte de haber
querido formar parte de esta familia.
“Te quiero”
“Te queremos”
“Quédate”
PD: Recuerdo la primera vez que te tuve entre mis brazos. Debía de tener 5 ó 6 años el día que Papá Noel te trajo en su saco y te dejó en mi
salón. Desde ese día, hace ya más de treinta años, siempre has sido mi favorito. ¿No crees que ya va siendo hora de que seas real?
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