En mi entrada anterior os he contado que este ciclo estoy
siguiendo un tratamiento con Gonal F., Ovitrelle y Duphaston. Como ya os he
contado mis experiencias con Gonal F., hoy quiero contaros mi experiencia con
Ovitrelle, un medicamento que contiene coriogonadotropina alfa, fabricada, según el prospecto, a través de
técnicas de ADN recombinante en las células de los ovarios del
hámster chino (otra vez este dichoso animal).
Todavía no me puedo creer que todo haya salido bien con este
medicamento. Ya sabéis que soy un desastre y no me habría extrañado que otra
vez hubiera tenido problemas para comprarlo o algo así. Bueno, aunque a decir
verdad, tan fácil no fue todo. Os cuento.
Como no quería que me pasara lo mismo que con Gonal F., esta
vez me estudié, casi de memoria, la receta. Y como sabía que cuando llegara a
mi ciudad iba a ser demasiado tarde para pedir algo en la farmacia (no suelen
tener ese tipo de medicamentos vorrätig) y que al día siguiente era festivo,
llamé ya desde el tren (¿recordáis ese sitio tranquilo y agradable del tren del que os hablé?) y pedí los dos medicamentos que me había recetado la Doctora T.
esa misma mañana: Ovitrelle y Duphaston. No hubo grandes problemas (excepto que
tuve que deletrear varias veces el nombre de los medicamentos y contestar algunas
preguntas sobre mi seguro médico) y pude recoger las dos cosas ese mismo día antes
de que cerraran.
Cuando fui a la farmacia a recogerlos, me preguntó la
farmacéutica si ya me había puesto la inyección antes o si me habían enseñado exactamente
cómo se ponía. Cuando le dije que me había estado pinchando Gonal F. y que
esperaba que fuera igual, me dijo que eran dos tipos de inyección totalmente
diferentes (Gonal F. es una pluma precargada y Ovitrelle una jeringuilla de
verdad) y que ella ni loca se la pondría sola.
“¿Y ahora qué hago?”, pensé. Yo que estaba tan segura de mí
misma y llevaba varios días pensando que iba a ser capaz de hacerlo todo sola,
viene ésta ahora y me dice que ni de coña lo haga yo sola. Bueno, pues otro
sábado que tengo que pasarme por la consulta del médico de cabecera para que me
pinche la enfermera loca de la otra vez.
Y allá que me fui el sábado por la mañana, lo antes posible
para que no hubiera demasiada gente en la consulta y para no “fastidiarle” las
vacaciones a la familia (teníamos visita y teníamos planes de pasar el día
fuera). Y cuál fue mi sorpresa cuando leí el cartel: “Cerrado por vacaciones.
Para casos de urgencia, diríjase al Doctor X en la X-Straβe”.
¿Y ahora qué coño hago? “Piensa, Cigüeña, piensa”. “¿Y si
voy en un momento a la X-Straβe? No, mejor me paso por la farmacia y a lo mejor
un alma caritativa me la pone”. “Lo siento, aquí por razones jurídicas nos está
terminantemente prohibido hacer ese tipo de cosas. Vaya a la Y-Straβe que ahí
están de guardia siempre y allí seguro que se la ponen sin problemas”. Y de
nuevo: “Piensa, Cigüeña, piensa”. “¿Y si hay demasiada gente allí y tengo
varias horas a la familia esperando en casa? ¿Y si me la pongo yo sola? ¿Y si
le pregunto a mi cuñada o a mi suegra (que no sabían nada de la movida, por
cierto) si me la pueden poner?” Y por fin me decidí: Volví a casa y le pregunté
a mi cuñada si me la ponía ella. Y aunque me contestó algo así como “eso está
chupado”, nada más preguntarle cambié de opinión y decidí que me la pondría yo
sola.
Me encerré en el baño con el alcohol, el algodón y el
Ovitrelle. Leí las instrucciones y me puse manos a la obra. Me froté la barriga
con el alcohol, me lavé bien las manos y cogí la jeringuilla.
Primer intento: Cogí un michelín con los dedos pulgar e
índice y me acerqué la punta de la jeringuilla a la piel con la intención de introducirme
despacio la aguja y… no funcionó. Scheiβe,
parece que eso de que hay que ponerse la inyección como si fuera un dardo (así
lo pone en el prospecto) va a ser verdad. “¿Tendré valor?” Ya notaba el latido
de mi corazón más rápido de lo normal y el sudor por todo el cuerpo.
Segundo intento: Volví a coger el michelín, puse la jeringuilla
a unos centímetros de la piel, conté hasta tres, mentira, hasta dos, y… ¡zas! Ahí
estaba la aguja, dentro de mi michelín. Ahora sólo faltaba apretar el botón para
introducir el líquido. Y así lo hice.
Y justo en ese momento es cuando me di cuenta de que otra
vez había cometido un error. ¡Había olvidado mirar si la jeringuilla tenía una
burbuja de aire! Y cuando ya tenía la aguja dentro, ahí apareció la gran
burbuja nadando en el líquido. “¿Y ahora qué hago? ¿Sacarme la aguja, sacarle
el aire y pincharme otra vez? ¡Ni de coña! ¿Y si, como en las películas, me
inyecto el aire, me llega al cerebro y me muero?” Por suerte, pude poner la
jeringuilla de tal forma que el aire se fue para atrás y pude inyectarme el
líquido sin mayor problema. Eso sí, con mucho cuidado para no inyectarme al
final también la burbuja de aire que había visto. Algo de aire sí debió de
entrar (¡aunque sigo viva!) porque, cuando se acabó el líquido, oí una especie
de pedorreta, la señal de que ya no tenía que pulsar más.
Saqué la aguja y respiré hondo. En ese momento sentí, por un
lado, orgullo por haber sido capaz de hacerlo sola. Por otro lado, tristeza y
desesperación por tener que pasar por algo así para ser madre. ¿Por qué yo?
Y milésimas de segundo después… ¡Uy, cómo pica esto! ¿O es
dolor?
Estuvo molestándome unos minutos más, pero no lo suficiente
como para no poder disfrutar de un día maravilloso en el zoo con la familia. Aquí
os dejo una fotillo de mi amiga la cigüeña, que también andaba por allí y a la
que di mi tarjeta de visita para que supiera adónde tenía que llevar el próximo
bebé. ¡Espero que sepa leer! :)
¡Uy, casi se me olvida hablaros de los efectos secundarios del Ovitrelle!
La verdad es que no tuve ninguno, menos mal, porque el prospecto te dice que te puede pasar de todo, como con casi cualquier medicamento. Lo que sí sentí es que los tres o cuatro primeros días tuve un dolorcillo a la altura del ovario derecho. De hecho, si no fuera porque unos días antes la Doctora T. me dijo que iba a ovular con el izquierdo y que en el derecho sólo había folículos de pequeño tamaño, me habría pensado que tenía un quiste. Desde hoy ya no siento nada en ese lado así que a lo mejor, quién sabe, eran gases o algo intestinal.
También desde pocas horas de ponerme la inyección (¿o fue al día siguiente? ya no me acuerdo) me empezaron a doler los dos pechos como si tuviera el síndrome premenstrual. Desde que dejé los anticonceptivos hormonales sólo una o dos veces tuve este dolor de pechos desde el día de la ovulación. No sé a qué se deberá, pero seguro que es hormonal.
Y, bueno, eso es todo por hoy. Espero que os sirva de algo lo que os he contado.
¡Que tengáis buen fin de semana!