No sé si he tomado la decisión correcta ni tampoco si me va
a aportar algo lo que estoy a punto de hacer.
Harta de vagar de un médico a otro (de cabecera, ginecólogo,
endocrino o de fertilización) y de no encontrar ninguna solución en ninguno de ellos,
he decidido dar un paso más y lanzarme al mundo de la medicina naturista (¿o se
dice natural?).
He tardado meses en decidirme porque, aunque sí creo en el
poder de la Madre Naturaleza para sanarnos, no me gusta el rollito que llevan
muchos Heilpraktiker por aquí. Tienen fama de ser muy esotéricos y de dar
bolitas de azúcar para curar cualquier enfermedad.
La mayoría de las personas que conozco que van a un Naturheilpraktiker
son (o parecen ser) personas normales, por lo que parece que el mundo de la
medicina naturista y la homeopatía goza aquí de aceptación y respeto. Sin
embargo, yo, viniendo de España, donde los médicos naturistas son más bien vistos
como charlatanes o sacacuartos, he tardado bastante en querer probar con uno de
ellos.
¿Qué digo uno? ¡En realidad, he pedido cita con dos!
La primera a la que voy se ha especializado en tratamientos
con hormonas bioidénticas, que, según he leído en internet y como su nombre
indica, son hormonas idénticas a las que produce el cuerpo humano. Son de origen
vegetal pero no se encuentran tal cual en la naturaleza por lo que de alguna
manera tienen que ser sintetizadas en un laboratorio. Sin embargo, no se las
puede denominar hormonas sintéticas, ya que éstas son las que produce la
industria farmacéutica.
Suelen utilizarse en tratamientos de remplazo hormonal,
sobre todo en mujeres menopáusicas, pero también en mujeres con desarreglos
hormonales (por ejemplo, después del nacimiento de un hijo o al dejar los
métodos anticonceptivos), siendo las más habituales las que ya nos suenan de la
medicina tradicional: estradiol, progesterona, testosterona, DHEA, etc.
Leí su currículum en su página web y además de (o mejor
dicho, a pesar de) ser Heilpraktikerin, es fisioterapeuta y tiene muchísima
experiencia en hospitales, por eso me decidí a llamarla. Cogió ella misma el
teléfono y me pareció una persona de lo más simpática y dulce y eso ya acabó de
convencerme. Espero que mi instinto no me haya jugado una mala pasada. La cita
me la dio para relativamente pronto, dos semanas, es decir, para el martes que
viene.
La otra a la que llamé me fue recomendada por una amiga. Y
aunque no estoy segura de que su método me vaya a ayudar, no quise esperar más
para probarlo. Antes de pedir cita con ella, eso sí, la investigué un poco en
internet. No sólo los métodos alternativos que usa, que me parecen rarísimos y
me dan ganas de salir corriendo (porque también los usan los cienciólogos),
sino más bien a ella como persona. Casualmente encontré el vídeo de una
entrevista que le hicieron por un motivo que no viene al caso ahora y me
pareció una mujer con los pies en la tierra y de una simpatía y sensibilidad
abrumadora. La llamé, y la simpatía y gracia de la que me cogió el teléfono
acabaron por convencerme. Lástima que para esta cita tenga que esperar todavía
casi un mes.
Ésta, como digo, utiliza un método a mi parecer bastante
raro y poco realista, pero por el que aquí se ha hecho famosa y se ha ganado la
buena reputación que tiene. Está especializada en curar alergias y para ello
utiliza la biorresonancia. ¿Habéis oído hablar alguna vez de ella?
Yo me he estado informando un poco en la red (véase
“fuentes” al final de la página) y esto es lo poco que he llegado a comprender:
El diagnóstico y tratamiento con biorresonancia se basa en
la creencia de que todo ser vivo está compuesto por campos electromagnéticos y,
por este motivo, emite una frecuencia vibratoria única que precede a todo
proceso bioquímico. Así, cualquier desequilibrio electromagnético que se
produzca en las células de un ser vivo sería la causa de su enfermedad.
Tanto para el diagnóstico de una enfermedad (como, por
ejemplo, una alergia o un desarreglo hormonal) como para su tratamiento, se
utiliza un aparato llamado MARS III. Éste puede, por un lado, hacer un registro
de la electricidad celular del ser vivo, diagnosticando así qué sistemas u
órganos están en desequilibrio y causan su malestar. Por otro lado, el MARS III
puede devolverle el equilibrio a esta electricidad, curando así de su
enfermedad al ser vivo que ha sido tratado.
Lo dicho, me parece un método bastante extraño y poco
creíble pero de verdad que todo el mundo que conozco que ha pasado por esta
señora habla maravillas de ella, así que o la gente se ha vuelto loca o de
verdad esta cosa funciona, ¿no?
También he leído (y lo sé también por mi amiga) que además
de utilizar el MARS III para el diagnóstico suelen hacer un análisis exhaustivo
de sangre, de cabello, de uñas, ¡de ADN! y es por esto por lo que he decidido
probarlo. A lo mejor ni siquiera me atrevo después a probar el tratamiento con
el MARS III pero ¿y si con esos análisis ya sea con el MARS III o sin él por
fin pueden hacerme un buen diagnóstico y decirme qué narices me pasa y por qué
tengo los síntomas que tengo desde que tomé la píldora?
Bueno, pues eso es a lo que me voy a enfrentar las próximas
semanas. No es que tenga grandes esperanzas de que me puedan ayudar las
medicinas alternativas pero después de tantos años sin obtener una respuesta
positiva ni una solución por parte de la medicina “tradicional”, ya es hora de
continuar la búsqueda en otros horizontes.
Pues me parece muy bien lo que vas a hacer. Total ¿que tienes que perder? la medicina tradicional ya has visto que te lleva a una calle sin salida...
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte.
Hastacuandoesperar
Muchísimas gracias por tus buenos deseos y perdona que te conteste tan, tan, tan tarde.
EliminarParece que vuelvo a la medicina convencional porque la natural tampoco me ha ayudado mucho, la verdad. A ver qué me espera esta vez.
Un abrazo,
No te va a servir para nada, tu actitud es la tipica de desesperación.
ResponderEliminarTenías razón, de poco me ha servido. Gracias por comentar.
Eliminar