viernes, 12 de diciembre de 2014

Visita al endocrino (I)

Hacía ya muchísimo tiempo que quería escribir esta entrada pero por algún motivo he sido incapaz de hacerlo hasta ahora. Supongo que al principio pensar en ello me causaba mucho dolor, después entré en la  fase veraniega en la que preferí ignorar el tema y ahora… Ahora no sé si lo recuerdo suficientemente bien como para contar con todo detalle lo que pasó en la consulta del endocrino. Pero lo voy a intentar.

Allá por abril de este año, cansada de visitas varias a diferentes ginecólogos y KiWuZe, decidí que era el momento de pedir cita para ver a un endocrino. Conozco a varias personas que han ido en España a uno y siempre han salido contentas, así que pensé que ir a uno aquí sería un éxito seguro.

El primer problema con el que me encontré fue que en esta ciudad sólo hay dos clínicas de endocrinología y desde que llamas para pedir una cita hasta que te la dan es normal que pasen unos meses. En mi caso fueron tres meses, que se me hicieron eternos.

Pero el gran problema al final no resultaron ser esos tres meses que tuve que esperar para la dichosa cita, el gran problema fue que la visita al endocrino fue de lo más frustrante (de nuevo).

Pasé semanas preparando la cita y fotocopiando todos los resultados que tenía de los análisis clínicos que me había hecho en los dos últimos años: que si los estrógenos, que si la progesterona, que si la vitamina D, que si la tiroides… Preparándome psicológicamente para el gran momento que cambiaría mi vida (¡ja!) y repasando en mi mente el discurso que pensaba soltarle de carrerilla en cuanto me preguntara “¿qué puedo hacer por usted?”.

Y llegó el día. El gran día.

Me encontré con mi marido en la puerta de la clínica para subir juntos a la consulta. Cuando entramos, el personal de recepción nos recibió, con una simpatía inusual en este país, y nos indicó que rellenáramos un formulario (con datos personales e historias clínicas). “Todo va a salir bien”, nos dijimos mi marido y yo.

Y entonces, cuando ya llevábamos un rato en la sala de espera, apareció.

Frau Doktor M. se llamaba. Delgada (en realidad demasiado delgada para su altura y edad), con el pelo cortísimo y cortado a cepillo (tan típico de las alemanas de mediana edad), maquillada (a lo ochentero) y vestida con unos pantalones de pitillo turquesas (demasiado largos para ser piratas y demasiado cortos para ser normales), su bata de médico por encima y, si no recuerdo mal, zapatos de tacón. 

Todo esto no me molestó en su momento, la verdad, pues soy de la opinión de que cualquiera puede vestirse, peinarse y maquillarse de la manera en que le dé la gana y que se puede ser bueno en su trabajo aunque se vaya hecho un adefesio. Pero reconozco que verla aparecer así, y no sólo por su apariencia sino también por su forma de moverse, ya me creó una inseguridad que todavía me arrolla cuando pienso en ella.

Pero no acabó ahí todo. Entonces llegó el momento en que abrió la boca para llamarme…

“¿Frau Cigüeña Blancaaaaaa?”

… y lo hizo con un tono de voz tan antipático, que según entró por mis oídos, un sentimiento de “se acabó, todo va a salir mal otra vez” fue abriéndose paso por todo mi ser, haciendo temblar mis extremidades, erizando todo el vello de mi cuerpo, haciéndome muy, muy, muy pequeña ante un ser tan monstruoso.

Fuente: "Ahí te quiero ver", de Rosa María Sardá

“Por aquí”, nos dijo, haciendo a la vez un gesto con las cejas para mostrarnos el camino. Llegamos a su despacho, nos sentamos y… allí estaba yo, en la silla, enfrente de ella, sin poder decir ni una palabra. Llegó la gran pregunta para la que yo había practicado tanto tiempo y, por muchas veces que abriera la boca, por muchas veces que pensara “ahora sí voy a ser capaz de contárselo”, no pude articular palabra. Alles weg!

Entonces mi marido me intentó echar un cable, empezó a contarle por qué estábamos allí, cuánto tiempo llevábamos intentando quedarnos embarazados, por cuántos médicos habíamos pasado ya… cuando, de repente, salió de mi boca la frase de la discordia:

“Estoy harta de que los médicos me echen la culpa a mí diciéndome que tengo un problema psicológico, nadie me toma en serio”

Y en cuanto lo dije sabía que había metido la pata, que ya no había vuelta atrás.

El torbellino M. empezó a girar por el despacho, haciendo volar todos los papeles que estaban sobre su mesa, alborotando mi pelo, que había peinado tan sólo unos momentos antes para causar buena impresión,

Fuente: "Los otros", de Alejandro Amenábar

y su voz, tronando en mis oídos y dejándome fría como el hielo, me advirtió:

“Si se atreve a decir que yo no tomo a mis pacientes en serio, hemos terminado, se va usted ahora mismo de aquí y se busca otro endocrino”.
    
Fuente: Harry Potter

Y ahí fue cuando me eché a llorar.

“Rebobina, Cigüeña. Recula. Discúlpate y pídele una oportunidad”. Y así lo hice.

Al final, conseguí expresarme y le hice saber que estaba harta de que todos los médicos le dieran sólo importancia a un positivo que nunca llegaba, a una laparoscopia que me negaba a hacer, a una in vitro que yo veía, de momento, innecesaria. Harta de que a nadie le interesara que mi libido me hubiera abandonado cuando empecé con la píldora ni que estuviera a punto de volverme loca por este motivo. No, señora, no es que se me haya ido la libido porque tengo depresión, es que tengo depresión porque se me ha ido la libido. ¿Cómo es posible que nadie lo entienda?

Y me habría gustado saber que la Frau Doktor M. había entrado en razón, que por fin alguien entendía mis deseos pero… no fue así.

Lo único que hizo fue darme la razón como a los locos. “¿Que quiere usted hacerse unos análisis y ver cómo están sus hormonas? ¡Pues se los hacemos, claro está! ¿Que quiere usted un Ultraschall de su tiroides? ¡Inmediatamente, sin dudarlo!”

En el Ultraschall de la tiroides me vio dos nódulos fríos de pequeño tamaño y me dijo que no había por qué preocuparse (¿¿¿seguro????) y que no veía necesario un tratamiento con yodo.

Y tras hacerme los análisis de sangre pertinentes y darme una cita telefónica para una semana después, me mandó a casa.

Y allá que me fui, eso sí, con la certeza de que nuevamente había fracasado.

La semana pasó y cogí el teléfono para llamarla y que me diera los resultados de los análisis. Todavía quedaba en mí una pequeñísima esperanza de que encontrara alguna hormona descompensada como causa de mi falta de libido pero… nada, todo en orden.

“¿Y la tiroides?”
In Ordnung
“¿Y los estrógenos?”
In Ordnung
 “¿Y la progesterona?”
“También, in Ordnung
”Pero la Doctora T. del KiWuZe me dijo en su último email que algo andaba mal con mi progesterona”

Y, de nuevo, me dio la razón como a los locos.

“¿Que quiere usted progesterona porque cree que la tiene baja y es por eso que no tiene libido? Pues tome una receta. ¿Que le parece que una pastillita diaria es demasiado poco y prefiere tomarse dos? ¡Pues tómese dos, claro está!”.

Y eso es lo que hice. Recogí mi receta y, durante el verano, cuando supuestamente me iba a tomar un descanso de tanto médico y tanto pensar en la infertilidad, me tomé dos pastillitas diarias de Utrogest.

¿Que si me ayudaron? Pues claro que no. ¿Pero es que acaso pensabais que lo haría?

Y cuando después de esos tres ciclos tomando progesterona la llamé para contarle cómo me había ido, supe que ésa sería la última vez que hablaba con ella, que no tenía ningún sentido seguir con ella, porque ella tampoco iba a ser capaz de ayudarme, porque aunque había sido injusta al prejuzgarla cuando la conocí, al final sí resultaba ser como los demás: “No podemos hacer más por usted”.

Y ése fue el día en que tomé nuevas decisiones:

1ª) Voy a volver al KiWuZe y empezar mi último tratamiento G+O+D con relaciones programadas.
2ª) Voy a pedir cita para una laparoscopia.
3ª) Vamos a hacernos una in vitro.
4ª) Voy a tener a mi bebé en el 2015.

De momento, voy por la número uno.

Y ya me gustaría a mí llegar a la número 4 sin pasar por la 2ª y la 3ª.

A ver qué pasa.

7 comentarios:

  1. Es que hay mucho impresentable suelto...y si pruebas otro endocrino? Espero que el 2015 sea el vuestro! Y ojalá no tengas que pasar el numero 1.

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  2. La progesterona, solo la tomaste después d ovular no? Si la tomas todo el ciclo creo que no se ovula

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  3. Ay, esa sensación de sentirse pequeñita delante de los médicos la he tenido varias veces, no sabes cómo comprendo tu frustración.
    Un abrazo y ya verás cómo el 2015 te trae un precioso bebé.

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  4. Ya verás que el camino que parece predregoso tal vez no lo sea tanto. Mucha suerte para esta etapa. Y ojalá te toquen buenas manos, bueno médicos, con humanidad y respeto. Un abrazo.

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  5. Mucho ánimo! espero que hayas encontrado un nuevo médico que te haya puesto en el tratamiento adecuado!

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  6. Te entiendo perfectamente, yo me he encontrado con cada uno que me ha hecho sentir una mierda.
    Ojalá se cumplan tus planes!!!

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  7. Sabes que hacen esos médicos tan desagradables?? hacernos mas fuertes y mas decididas en conseguir nuestros objetivos. A por esos planes! :)

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