viernes, 22 de enero de 2016

Update

Uf, otra vez ha pasado más de un mes desde la última vez que entré al blog. ¡Qué alegría leer tantos comentarios dándome la enhorabuena! ¡Millones de gracias a todas!

Ya estoy en el segundo trimestre, terminando la semana 22, y parece que todo va viento en popa. Tanto la prueba del pliegue nucal como la ecografía del segundo trimestre salieron genial y ya desde hace un par de semanas noto al peque. Sí, al peque, porque... ¡es un niño! ¡Y estamos muy, muy, muy felices!

Ya noto que la tripa empieza a crecer a pasos agigantados y desde hace un par de días noto que mi espalda no anda demasiado bien (nunca lo hizo, jaja) pero... ¿qué son estas pequeñas molestias para alguien que llevaba tanto tiempo tras su deseo de ser madre?

La verdad es que me encuentro genial, menos mal, pero de alguna manera sigo bloqueadísima y, aunque tengo un montón de ideas y sentimientos dentro de mí, todavía no he conseguido sentarme a escribir. ¡Y no sabéis la tristeza que tengo! Yo que quería dejar todo por escrito para no olvidarlo nunca y me temo que ya habrá cosas del primer trimestre que se me habrán olvidado :( 

Bueno, os avisaré si al final consigo escribir algo decente y abrir un nuevo blog.

Muchas gracias de nuevo por todos vuestros mensajes y felicitaciones.

Hasta siempre.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Cerrado por milagro

Antes de nada quiero pediros disculpas por haberos dicho que volvería en septiembre y no hacerlo. En realidad, nunca pensé que nadie fuera a echarme de menos y ver los comentarios que habéis escrito en las últimas semanas me ha hecho mucha pero que mucha ilusión. ¡Muchísimas gracias!

Llevo semanas pensando qué hacer con el blog: dejar de escribir completamente, cerrarlo y abrir uno nuevo, continuar como si nada hubiese pasado…

La verdad es que no sé por qué pero lo cierto es que se me han quitado las ganas de escribir. No sé si serán las hormonas, si será el miedo a hacerle daño a alguna de mis lectoras o si lo que siento quiero guardármelo para mí, pero aunque ya he hecho el amago de ponerme a escribir varias veces, no he conseguido que nada digno de publicarse salga de mis teclas.

Y es que en las últimas semanas ha pasado algo con lo que yo ya no contaba…

Como sabéis, me fui de vacaciones en agosto con la intención de superar el duro golpe de la fracasada FIV. Necesitaba un descanso infértil, dejar de pensar en clínicas de reproducción asistida, dejar de leer y escribir sobre el tema y, sobre todo, coger fuerzas para el próximo intento que sería a mediados de septiembre en una clínica de otro país.

Me fui.

Intenté disfrutar todo lo posible de todo lo que echo de menos siempre aquí: la familia, los amigos, el clima, la comida… Y cuando se acabaron las vacaciones y llegó el momento de ponerse en contacto con la clínica para empezar con la medicación…


No me lo podía creer.

Todo el tiempo resonaban en mi cabeza las palabras que mi ginecólogo me dijo la última vez que lo vi en julio: “Váyase de vacaciones y vuelva embarazada”.

O las palabras de tantas que no tienen ni idea de cuánto sufre una infértil cuando se lo dicen: “Ya verás cómo en cuanto te relajes y dejes de pensar en ello te quedas embarazada”

Y las otras “Pues yo conozco a una que se quedó embarazada justo el ciclo que iba a empezar en una clínica de reproducción”.

Y no podía, NI QUERÍA, creer que esto me hubiera pasado a mí. Me sentía como una traidora.

Estas cosas no les pasan a las infértiles.

Como el test de embarazo que me había hecho llevaba más de un año caducado pensé que era una jugarreta del destino, que el segundo que me hiciera me daría negativo y me pegaría la hostia del siglo, pero cuando el test de ovulación reaccionó al milisegundo de introducirlo en el vaso de la orina empecé a ponerme nerviosa. Me fui a la droguería y me compré dos o tres test de embarazo más pero sólo hizo falta uno más y una llamada al ginecólogo para que decidiera no hacerme ningún test más:

“Señora Cigüeña Blanca, no hay falsos positivos, si el test de embarazo le ha dado positivo, está embarazada sin duda”.

Una semana más tarde fui a su consulta y pude ver el saco vitelino. Otra semana después, su corazón.

Ni siquiera cuando las náuseas hicieron su aparición para quedarse pude creérmelo.

Y aunque ya he visto a mi bebé bailando dentro de mí varias veces, todavía tengo que pellizcarme para saber que no estoy soñando.

Mi ginecólogo se empeña en hacerme creer que ha sido simple casualidad pero yo ya no creo en casualidades, ni en supersticiones, ni en Murphy, ni en que este verano estuviera más relajada que los veranos anteriores.

Para mí la única explicación es que al final sí había algo que no estaba del todo bien con mi tiroides y que las pastillas de levotiroxina que llevo tomando desde junio han surtido efecto tan sólo dos meses después.

Rabia me da pensar que si los médicos me hubieran hecho caso desde el principio me podría haber ahorrado los tres años de sufrimiento infértil, pero la verdad es que ahora sólo intento mirar hacia adelante y dejar todos estos sentimientos negativos a un lado.

Ahora lo único que me importa es mi bebé.

Estoy de 17 semanas y feliz de habéroslo podido contar por fin.

Un abrazo y hasta siempre.

lunes, 10 de agosto de 2015

Cerrado por vacaciones

Después del batacazo del mes pasado, hemos decidido tomarnos un par de meses de descanso e irnos unos días a España a la playa.

Espero tener más energía en septiembre para enfrentarme a un nuevo tratamiento (eso sí, en una clínica diferente porque en la que estábamos parece que no tienen muchas ganas de ayudarnos) y por supuesto volveré al blog para contaros cómo nos va.

Desde que escribí la última entrada no he entrado casi nada en el blog. Tampoco he entrado a leer ningún blog relacionado con el tema y creo que en las próximas semanas tampoco lo haré. Lo siento, pero no puedo. No puedo seguir llorando por vuestros "fracasos" pero ahora mismo tampoco puedo alegrarme por vuestros "éxitos".

Ahora lo único que necesito son algunas semanas de vacaciones de verdad, con familia, amigos, sol y mar. Necesito salir de esta espiral de dolor, comeduras de tarro y demás.

Espero que paséis un buen verano. Nos leemos a la vuelta.

Un abrazo muy fuerte y mil gracias por todos los ánimos que me habéis mandado las últimas semanas.

lunes, 13 de julio de 2015

Nuevo tratamiento - Día 15: Punción

Hoy, 36 horas después de pincharme Ovitrelle, tenía cita en el KiWuZe para llevar a cabo la punción de mis óvulos.

Hemos llegado antes de la hora porque a mi marido tenían que hacerle un análisis de sangre para descartar que tenga hepatitis o SIDA y también porque era preferible obtener la muestra de semen en la clínica en vez de hacerlo en casa y llevarla (tardamos alrededor de una hora de puerta a puerta).

Poco después de que mi marido terminara con lo suyo, el anestesista nos ha llamado a su consulta y me ha explicado el procedimiento a la vez que comprobaba (a través de un formulario que tuve que rellenar en casa) que no tenía ninguna enfermedad incompatible con la anestesia o la intervención.

Cuando hemos aclarado todo, he tenido que quitarme la ropa de cintura para abajo y ponerme los calcetines de invierno que me dijeron que llevara y una bata de hospital de las que se cierran a la espalda.

Y entonces ha llegado el momento.

He pasado al “quirófano” y me he subido a la silla de tortura, esta vez con las piernas todavía más arriba que cuando voy a hacerme una ecografía y en seguida me han puesto la vía con la anestesia y me he quedado dormida.

A los 15-20 minutos me han pasado a una camilla y me han llevado al Aufwachraum, donde mi marido ya estaba esperándome y donde me han dicho el resultado: un óvulo.

Me han entrado unas ganas horribles de llorar pero la verdad es que lo único para lo que tenía fuerzas en ese momento era para seguir durmiendo. Además, uno es mejor que ninguno.

Cuando ya estaba totalmente despierta, me han mandado a desayunar y a dar un paseo y una hora después he tenido que volver para una revisión. Todo en orden y para casa.

Mañana sobre las 12 podemos llamar para que nos digan si mi pequeñín se ha dejado fecundar y si seguimos en el juego o si, por desgracia, acaba aquí la carrera.

Van a ser, de nuevo,  unas horas de incertidumbre horribles, pero aquí vamos a estar nosotros, con todo el optimismo que podamos tener, enviándole toda nuestra energía a nuestro pequeñín y a los bichitos que tienen que llegar a seducirle y convenciéndonos de que nuestro ovulito es un luchador y que si ha llegado hasta aquí lo más seguro es que no sea para dejar la carrera ahora.

“Todo va a salir bien”, nos decimos todo el tiempo.

A ver mañana cómo han pasado la noche, tan solitos.

domingo, 12 de julio de 2015

Nuevo tratamiento - Día 12: Ecografía

El viernes volví al KiWuZe para hacerme una segunda ecografía y ver cómo se estaban desarrollando mis folículos. Ya el martes me llevé un buen palo cuando me dijeron que a pesar de usar Elonva (con lo que se supone que se obtienen tan buenos resultados), sólo había conseguido tres folículos, así que iba un poco dolida por la noticia de la última vez y con miedo de que me dieran otra noticia peor pero con la esperanza de que con esos tres folículos todavía la batalla no estuviera perdida.

Entré a la consulta de la Doctora T. (la misma Doctora T. que me atendió el martes y no la que se supone que es la mía) y sin casi tiempo para saludarnos me invitó a quitarme la ropa y subirme al potro de tortura. Me metió el ecógrafo por donde ya sabéis y le cambió la cara.

“Hmmm, en el ovario derecho… nada, uno pequeñísimo que no vamos a poder utilizar”
“Ya, eso me lo dijo el martes ya”
“Y en el ovario izquierdo… sólo dos”.
“¿Dos? ¿No eran tres el martes?”
“Ay, sí, el martes eran tres y sí, aquí está el tercero, pero ya no ha crecido más”.
“¿Y eso que significa?”
“Vaya a vestirse y ahora lo comentamos”

Me vestí en el cambiador, volví a la mesa de la doctora y entonces me confirmó que creía que sólo podíamos contar con dos. Pero ahí no acaba la cosa. Es que además me dijo que no podía confirmarme que de esos dos folículos fueran a obtener óvulos y me preguntó si no prefería cancelar de nuevo el tratamiento.

“¿Cancelar el tratamiento? ¡Usted me animó el martes a seguir adelante!”
“¡Y sigo haciéndolo hoy!”
“¿Entonces?”
“Sólo quiero que cuente con que es posible que en la punción no podamos obtener ningún óvulo y que puede que todo el esfuerzo que está usted haciendo no sirva para nada.”
“Pero todavía hay una posibilidad de que sí obtengan dos óvulos y es mejor tener pocos y de buena calidad que muchos pero de mala calidad, ¿no?”
“Por supuesto, así lo veo yo también. Además no creo que con otra estimulación vayamos a conseguir mejores resultados.”
“Entonces no hay más que hablar. He llegado hasta aquí y no me voy a rendir.”
“Vale. Entonces haremos la punción el lunes.”

Me dio más recetas para más inyecciones, me hicieron un nuevo análisis de sangre (para descartar hepatitis y SIDA antes de la punción) y salí de allí con el rabo entre las piernas.

Dos días. Dos días llevo comiéndome la cabeza. Dos días leyendo foros en internet y preguntándoles a las amigas. Dos días sabiendo que muchas veces los folículos están vacíos pero también que a veces de cada folículo sale más de un óvulo. Dos días como en una montaña rusa, entre la euforia y la depresión.

Mañana será la punción y se resolverán las dudas, me dirán si seguimos adelante o si, por ahora, no hay nada que hacer.

¡Esta incertidumbre me va a matar!

viernes, 10 de julio de 2015

Elonva, Orgalutran y Pergoveris

Como si no fuera suficientemente estresante esto de la infertilidad y lo de tenerse que meter continuamente “chutes” de hormonas para estimular nuestros ovarios, las farmacéuticas además diseñan sus jeringuillas de tal manera que nunca, nunca, nunca, consigo tener un sentimiento de alivio tras hacerlo. ¡Es que casi hay que hacer un máster para poder usarlas bien! ¡Qué estrés!

Acostumbrada ya a lo fácil que era usar la pluma de Gonal F. (aunque reconozco que al principio también me generó muchísima ansiedad), la semana pasada tuve que enfrentarme al reto de pincharme Elonva.

Me leí el prospecto de cabo a rabo y, cuando ya estaba 100% segura de que lo había entendido todo, me dispuse a pincharme. 


Limpié con alcohol la zona, saqué la jeringuilla de su caja, me alegré de lo fina que era la aguja y… ¡zás! me pinché. Todo iba maravillosamente, hasta que llegué al final.

“¿No decía el prospecto que al llegar al final la aguja retrocedía sola y se escondía dentro de la jeringuilla? ¡Pero si ya he llegado al final y no ha pasado nada!”

Apreté todo lo que pude y, nada, la aguja seguía dentro de mí pero dentro de la jeringuilla ya no se veía nada de líquido. Y la saqué.

Una vez fuera vi unas minigotitas en la punta de la aguja y también unas gotitas dentro de la jeringuilla y ahí ya empecé a comerme la cabeza:

“¿Y si esas gotitas que se han quedado ahí son suficientes para que no haga el efecto deseado?”.

 Y sin pensármelo dos veces… ¡zas! Me volví a pinchar.

¿Pues os podéis creer que no hice absolutamente nada y que sin embargo el émbolo salió disparado hacia atrás (con un muelle que tiene) y la aguja se metió hacia dentro por si sola como decía el prospecto?

“¿Por qué no lo ha hecho antes y ahora sí?”, pensé.

¡Seguro que sólo para que me coma la cabeza! Estoy segura de que las dos gotas que me inyecté la segunda vez no habrían cambiado el resultado del Ultraschall del martes pero, nada, que ya he tenido toda la semana material nuevo para sentirme mal y culpable.

Pero esto no acaba aquí.

El domingo me tocaba empezar con el Orgalutran. Antes de leer el prospecto saqué la jeringuilla y otra vez me alegré de que fuera tan pequeña y la aguja tan delgada.

“Esto va a estar chupao”, pensé.

Al instante saqué el prospecto y me puse a leerlo con atención para no hacer otra vez algo mal. Y aquí, un nuevo reto: “Inyectar preferiblemente en el muslo”.

“¿Cómo que en el muslo?”, me pregunté ya casi histérica. “¿Qué significa aquí “preferiblemente? ¿Tengo o no tengo que pincharme en el muslo? ¿Qué pasará si me pincho, como siempre, al lado del ombligo?”

¡Menos mal que estamos en la era de las tecnologías y pude buscar información en internet y escribir a mi amiga Y. para que me dijera dónde se pinchaba ella!

Vale, en el michelín también vale. Vamos allá. Prueba superada.

Pero esto tampoco acaba aquí.

El miércoles, después de ir el martes al KiWuZe y que me dijeran cómo íbamos a continuar el tratamiento, tuve que empezar a picharme Pergoveris.

Ya empezaron las complicaciones cuando quise pedirlo en la farmacia y me dijeron que me lo traerían al día siguiente.

“¿¿¿Al día siguiente??? ¡¡¡Pero si tengo que pincharme antes de irme a trabajar y cuando ustedes abren yo ya estoy en el trabajo!!!”
“Ah, bueno, si es así, entonces lo puedo pedir para que lo traigan esta tarde”

Y cuando fui a recogerlo... ¡horror! ¡Sólo han traído una caja y yo necesito dos! Bueno, como no tenía que chutarme las seis dosis de una vez, pude ir a recoger la segunda caja al día siguiente sin ningún problema.

Pero, no, de nuevo esto no acaba aquí.

Pergoveris, ahora lo sé, es, gracias a las jeringuillas y agujas que me han dado en el KiWuZe (recordad que Pergoveris viene sin jeringuillas ni agujas y que si no os las dan en la clínica, como a mí, tendréis que comprarlas a parte), la inyección que mejor he soportado: no he sentido la aguja, no duele al inyectar el líquido, no quedan rojeces ni pica la piel al terminar... ¡Parece todo ventajas! Sin embargo, es un auténtico rollo tener que mezclar una misma el disolvente con el principio activo.

En mi caso, además, he tenido que inyectarme dos dosis de principio activo con una dosis de disolvente por lo que lo de mezclar ha sido un poco más aufwändig aún:

En primer lugar, abrir las botellitas. Después sacar una jeringuilla y ponerle la aguja grande (que sólo sirve para preparar la mezcla). A continuación, pinchar el tapón de la botellita donde se encuentra el disolvente y llenar la jeringuilla con él tirando del émbolo.

“¿Lo estoy haciendo bien? ¿He cogido ya todo el líquido?”

Entonces toca introducir el disolvente en una de las botellitas que contiene el principio activo (de nuevo a través del tapón), agitar con cuidado para que se mezcle bien y recoger todo con la jeringuilla. Ya tienes una parte de disolvente con una parte de principio activo.

A continuación, y otra vez a través del tapón, hay que introducir esta mezcla en la segunda botellita de principio activo, volver a agitar un poco y recoger la mezcla (ahora sí con dos partes de principio activo y una de disolvente) tirando del émbolo.

Por último, cambias la aguja (¡qué gusto de aguja, tan fina y cortita!) y te pinchas. ¡Prueba superada!


Tres veces he tenido que seguir estos pasos. La primera vez, a pesar de los nervios, salió todo bien. La segunda, mucho mejor. Y la tercera, sin embargo… ¡un desastre!

Esta mañana tenía que inyectarme la última dosis (por ahora) de Pergoveris. No sé si es porque estaba muy dormida o porque hoy voy al KiWuZe a hacerme el segundo Ultraschall y estoy algo nerviosa, pero me ha costado un montón conseguir la inyección “perfecta”. Puede que algo no estuviera in Ordnung con la jeringuilla porque ya nada más empezar he notado que me costaba mucho sacar el líquido de la primera botellita. Era como si la jeringuilla tuviera más aire de lo normal. Lo mismo con la segunda y la tercera botellita, pero no he pensado en ningún momento que algo fuera a salir mal. Sin embargo, cuando ya tenía toda la mezcla dentro y tenía la jeringuilla con la punta hacia arriba preparada para sacar el aire… ¡¡¡ha salido un chorro disparado!!!

“Oh, Gott! ¡He perdido toda la inyección y no tengo ninguna otra con la que pincharme!”

Pero no ha sido así. Lo que en el aire había parecido un chorro, encima de la mesa eran en realidad sólo un par de gotitas. La jeringuilla seguía llena y lista para ser utilizada por lo que no he esperado ni un segundo más para pincharme. ¡No quería cagarla otra vez!

A ver qué me dicen luego en el KiWuZe. ¿Cuándo será la punción? ¿Cuántos días más tendré que seguir con Pergoveris y Orgalutran? ¿Me recetarán Ovitrelle para provocar la ovulación o volverán a mandarme Brevactid?

Ya me da casi igual. Si hace un par de años me hubieran dicho que iba a tener que ponerme sola inyecciones, me habría dado un ataque de pánico. Pero, ahora… ¡ahora que me receten lo que quieran. ¡Ya soy una profesional de las agujas y aguantaré con todo lo que me echen!

martes, 7 de julio de 2015

El gato, por ahora, sigue vivo

En un par de horas tengo la primera Ultraschall después de inyectarme Elonva hace 6 días. No he tenido ningún efecto secundario ni ningún síntoma que me haga pensar que la estimulación ha funcionado. Tampoco ninguno que me haga pensar que no ha funcionado. Nichts, nada, niente (que dicen tanto los alemanes).

Esta incertidumbre me va a matar.

Me recuerda a cuando estaba en el instituto o en la universidad y hacía algún examen, que tenía que esperar hasta un par de semanas para que me dijeran la nota. Sabía que el examen ya estaba hecho y que lo que fuera, sería, pero no podía dejar de comerme la cabeza.

Pues yo me siento exactamente igual.

Me pinché Elonva el miércoles pasado y durante estos 6 días que he tenido que esperar hasta el Ultraschall habrá pasado lo que tenía que pasar. Yo ya no puedo cambiarlo pero no puedo dejar de pensar ni un momento en si habrá o no hecho el efecto esperado/deseado, en si llegaré o no a la punción.

No, en realidad, esto peor que suspender un examen. En el instituto, si suspendía un examen sabía que era mi culpa porque no había estudiado suficiente. Sabía que, si estudiaba, la próxima vez podría sacar mejores notas, que si me esforzaba sería capaz de aprobar, pero ahora, si fracaso, no sabré qué tendré que hacer para no fracasar de nuevo, no sabré si en el próximo intento tendré más éxito. La próxima vez, de nuevo, no podré hacer nada para cambiarlo. 

Seguro que más de uno se ha encontrado en más de una ocasión en esta incertidumbre. De hecho, un físico austríaco llamado Schrödinger planteó ya en 1935 este mismo problema con ayuda de un experimento.  El experimento, por suerte imaginario, trataba de encerrar a un gato en una caja opaca junto con una botella de veneno radioactivo y el martillo encargado de romper dicha botella después de un tiempo determinado. Las probabilidades de que el martillo rompiera la botella y el gato muriera eran del 50% por lo que el gato tenía un 50% de probabilidades de sobrevivir.

Lo curioso del experimento es que, según Schrödinger, hasta que no se abriera la caja y se comprobara si el gato estaba vivo o muerto, el gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo. El motivo por el que ambos estados (vivo y muerto) ocurrirían a la vez tiene que ver, creo, con la física cuántica y los átomos, pero como yo nunca he sido de Ciencias y siempre suspendía Física y Química en el instituto, prefiero dejar mi explicación aquí y recomendaros que veáis este vídeo:




“¿Y a qué viene esto del gato?”, os preguntaréis.

Pues a que es la misma sensación que he tenido todo el tiempo, sólo que en vez de una caja opaca, en el experimento está mi cuerpo, en vez del gato están mis ovarios y en vez de un veneno mortal está Elonva. En un par de horas me dirán si el gato sigue vive (si tengo suficientes ovocitos para continuar con el tratamiento) o si el gato ha muerto (si tendremos que cancelar otra vez e intentarlo en un par de meses otra vez).

Es difícil ponerse en el lugar de Schrödinger y pensar que mis ovarios han producido suficientes ovocitos al mismo tiempo que no han producido suficientes. Es como si viviéramos dos vidas diferentes al mismo tiempo que nos llevan por diferentes caminos con mayor o menos éxito, con mejores o peores noticias…

Ahora sólo queda saber cuál de las dos vidas estoy a punto de vivir.

Algunas horas después...

Acabo de salir de la clínica y las noticias no son del todo buenas.

Seguimos, por ahora, con el tratamiento pero el número de ovocitos obtenidos gracias a Elonva no ha sido tan alto como se esperaba: Tres

Me he quedado muy chafada, la verdad, pero después de leer algunos foros en internet y, sobre todo, después de hablar con mi amiga Y., me he dado cuenta de que en realidad sólo necesito uno para hacer realidad mi sueño de ser madre y que en realidad es mucho mejor tener pocos y de buena calidad que muchos pero de mala calidad.

Así que, bueno, ahora a intentar ser optimista y esperar que en el próximo Ultraschall, el viernes, me digan que mis tres pequeñines tienen un tamaño perfecto para que podamos llegar a la punción.

Además, a partir de mañana me inyecto, junto con Orgalutran, Pergoveris, que parece que será el encargado de darles el último empujoncito.

Espero que todo vaya bien…



PD: No consigo encontrar de nuevo el blog en el que leí hace unos días la teoría del gato de Schödinger. Ni siquiera recuerdo si comenté en él. Si la autora de ese blog (del que ahora ni siquiera recuerdo el nombre) o alguien que lo haya leído se encuentra entre mis lectores, le ruego me ponga el link en un comentario. Me encantaría volver a leerlo.

viernes, 3 de julio de 2015

Quédate conmigo

Harta de ver en la estantería de mi habitación todas las cajas de pastillas e inyecciones varias que he necesitado en los últimos años para llegar hasta ti (o, mejor dicho, para que tú llegues hasta mí), he decidido seguir el ejemplo de Meri (¡Gracias, Meri!) y meter todo en una caja para no tener que verlo siempre y así no derrumbarme pensando cada vez: “¿por qué yo?”

Agnucaston (agnus castus)
Gonal F.
Ovitrelle
Progestan
Utrogest
Estradiol
Elonva
Orgalutran

He llegado a acumular tantas cajas, blísters y prospectos que la única caja en la que cabe todo es una de las botas de invierno que me compré el año y que tenía intención de decorar para utilizar en una ocasión mejor. Sin embargo, cuando vi la caja ahí, recordé la entrada del blog de Meri y cómo ella de una caja triste llena de medicamentos hizo una caja alegre a la espera de ser llenada de cosas alegres. Entonces supe que ésta se convertiría en tu caja.

Pero no pude esperar a acabar el tratamiento y tenerte para llenarla. Porque de repente estabas ahí, mirándome con esos ojos tan espectaculares que tienes, y yo no pude hacer otra cosa que cogerte en brazos, apretarte contra mí y llorar y llorar y llorar…

“Por favor, quédate conmigo”
“Esta vez quédate”
“Te prometo que voy a ser la mejor madre que puedas imaginar”
“Voy a cuidar de ti y hacer que seas el bebé más feliz del mundo”
“Esta vez tienes que quedarte pero ya no sólo por mí, eres el bebé más deseado del mundo”
“Tu padre también te quiere… ¡y tiene tantas ganas de enseñarte tantas cosas!”

Y te estreché todavía más fuerte contra mi pecho, y mis brazos apenas dejaban ver una pequeña parte de ti. Te acaricié la cabeza, ya sin ningún pelo, te conté cada uno de los dedos de las manos y me fijé en tus pies. Podía esconderlos en el puño de mi mano, ¡tan pequeños son!, y los besé una y cien veces.

“¡Quédate conmigo! ¡No puedo vivir ni un día más sin ti!”

Entonces te senté al lado de tu caja y decidí que era el momento de enseñarte todo lo que ya tenemos para ti. Abrí el armario y rebusqué entre mi ropa.

“¿Has visto qué vestido más precioso? Lo vi en H&M hace ya… déjame pensar… ¡hace ya seis años! y no pude evitar comprártelo”
“¿Y no te parece que éste es el jersey de niño más bonito que hayas visto nunca? Estoy segura de que aunque nacieras niñas estarías deseando tener un año para poder ponértelo”
“¿Y no estás deseando ya saber andar para poderte poner estos calcetines ABS que te compramos en la mejor ciudad del mundo?”

Y te pregunté si no te importaría que metiera todo esto ya en tu caja, aunque todavía esté llena de medicamentos usados o por usar. Y parecía que a ti te hacía tanta ilusión como a mí así que metí tu ropa en la caja, la cerré, la coloqué en lo alto de la estantería y te senté a ti encima de ella.

Tú eres ahora el guardián de la caja. Tú eres ahora el encargado de que esta caja no tenga que volverse a abrir. Ahora depende de ti que tenga o no que volver a pincharme, que tenga o no que volver a tomar las pastillas…

Y volví a cogerte entre mis brazos, a besarte, y a hablarte:

“¡Por favor, quédate conmigo! ¡No sé si podré seguir la búsqueda! ¡No podré soportar un fracaso más!”

Y, de nuevo sentado encima de tu caja, me miraste y, casi como un dios, parecía que aún querías más. Y yo te vi ahí, en tu altar, tan solito, que decidí dar un paso más y ofrecerte compañía.

Salí corriendo al dormitorio y cogí los muñecos que tenemos reservados para ti. La ovejita, la jirafa y, desde hace un par de meses, también el burro, te acompañarán en lo alto de la estantería, sentados contigo encima de tu caja. Ellos te harán compañía. Te demostrarán lo deseado que eres. Te harán saber cuántos años llevamos ya buscándote.

¡Ay, casi se me olvida, también un par de cuentos! Sí, ahora sí. Ahora sé que, aunque yo no pueda estar todo el tiempo aquí hablándote, abrazándote, besándote, todo lo que te acompaña encima de tu caja te recordará cada segundo cuánto te quiero, cuánto pienso en ti.

 “Por favor, quédate conmigo”

Te prometo que si te quedas conmigo, si decides anidar en mi vientre, no me separaré de ti ni un segundo y, que si decides nacer, te apretaré tan fuerte como lo hago ahora, te querré todavía más de lo que ya te quiero hoy y te juro que jamás tendrás motivos para arrepentirte de haber querido formar parte de esta familia.

“Te quiero”
“Te queremos”
“Quédate”

PD: Recuerdo la primera vez que te tuve entre mis brazos. Debía de tener 5 ó 6 años el día que Papá Noel te trajo en su saco y te dejó en mi salón. Desde ese día, hace ya más de treinta años, siempre has sido mi favorito. ¿No crees que ya va siendo hora de que seas real?

lunes, 29 de junio de 2015

Nuevo tratamiento: Día 1

Ya sabía yo que la regla me iba a bajar un lunes, que era el único día de toda la semana que no quería que me bajara.

Y es que yo el día 7 del ciclo, antes de inyectarme el Orgalutrán, quería pasarme por el KiWuZe para que me hicieran una ecografía y me dijeran si la estimulación había ido mejor que la última vez.

Orgalutrán son las inyecciones que tengo que ponerme en los días 7, 8 y 9 del ciclo para inhibir la ovulación y que unos días después puedan hacerme la punción.

Como la regla me ha bajado hoy lunes y el día 7 del ciclo será domingo, no podré hacerme esa eco y tendré que inyectarme el Orgalutrán aunque unos días después puede que me digan que tenemos que suspender el tratamiento por baja respuesta a la estimulación.

Me molesta, la verdad, porque en caso de que la respuesta haya sido baja… ¿para qué meterme más mierdas? Pero bueno, el destino lo ha querido así, así que sólo queda esperar que Elonva de verdad me funcione mejor que el Gonal y que cuando vaya el martes a hacerme la eco me digan que todo ha ido de maravilla.

¡Por favor, cruzad los dedos!

viernes, 26 de junio de 2015

La Doctora Muda II: Ecografía y resultados de los análisis

Hoy es mi día 21 del ciclo, día perfecto para hacerse una ecografía y ver si está todo bien antes de empezar con el nuevo maratón de inyecciones.

Sí, volvemos al ataque.

Y sí, de nuevo estoy en el tren camino al KiWuZe. Debería poder decir que sé lo que me espera, pero la verdad es que no es así. Durante todos estos meses he intentado reprimir todos los pensamientos relacionados con este centro y el que tenga la cita con la Doctora Muda en vez de con la Doctora T. no facilita las cosas.

Se supone que es tan sólo una revisión rutinaria, pero la verdad es que empiezo a ponerme nerviosa y a tener miedo de que hoy me digan que todavía no podemos empezar. ¿Y si me dicen que tengo quistes?

Además, la última vez que estuve allí, me hicieron un análisis de sangre para ver qué tal estaba la antimuleriana y todavía no he pedido que me digan el resultado. Tengo miedo. ¿Y si me dicen que no tengo suficientes ovocitos y que tengo que ir a ovodonción?

Lo dicho, tengo miedo. ¡Mucho!

En el bolso llevo los resultados de los análisis de saliva pero la verdad es que aún no sé si seré capaz de enseñárselos. Por un lado porque casi nunca tienen (suficiente) tiempo para mí y por otro porque a veces tengo la sensación de que cuando pregunto tantas cosas me toman por loca. Además, me da que la Doctora Muda va a querer hablar lo menos posible conmigo.

Bueno, ya veremos qué tal. Supongo que mi negatividad tiene también con el hecho de que hoy he tenido que madrugar mucho e ir al KiWuZe directamente desde el trabajo. ¡Con lo bien que estaría yo ahora en casa echándome la siesta…!


Dos horas después…


Acabo de salir de la consulta y no sé qué pensar.

Nada más llegar, todavía en mostrador de recepción, ya la primera (desagradable) sorpresa:

- “¿Tiene su carnet de vacunación aquí?”
- “Sí, de casualidad lo he cogido antes de salir de casa”
- “¿De casualidad? ¡Si le dijimos la última vez que lo trajera!”
- “No, eso no fue la última vez, fue mucho antes y ya se lo traje en su momento. ¿Tengo que enseñárselo otra vez?”
- “Ah, ¿Que ya lo trajo? A ver… Ay, pues es verdad. Ya veo que lo escaneamos y lo tenemos en su historial médico.”
- “¡Ya decía yo!”
- “Ah, pero lo que todavía no nos ha traído son los resultados de la citología para la prevención del cáncer de útero.”
- “Nadie me dijo que los tuviera que traer.”
- “Bueno, pues la próxima vez los trae.”
- “Pero, ¿tengo que hacerme una citología ahora o vale la que me haya hecho este año?”
- “No puede tener más de dos años”
- “Vale, la próxima vez se los traigo.”
- “Pues ya puede sentarse un momento en la sala de espera”.

Al menos esta vez, por suerte, no había ningún matrimonio feliz con niño(s) como en otras ocasiones. ¿Cómo es posible que esté permitida la entrada de niños en una clínica de este tipo? ¿No les importa el daño que hacen a las que todavía no hemos conseguido tener uno? ¿Ya no se acuerdan esas mamis de lo duro que es estar en esa sala de espera sin un niño propio? Sí, ya, ya lo sé, que a lo mejor no tienen a nadie que se pueda quedar con los niños, que una canguro es muy cara… pero yo no lo puedo remediar, me llevan los diablos cuando los veo, tan felices, como si quisieran restregarnos a las demás por la cara que ellas ya lo consiguieron. ¡Como si no tuviéramos bastante con ver la salita de juegos llena de libros y peluches!

Al poco me han llamado y me han acompañado a la consulta de la Doctora Muda. Me he asustado un poco cuando la he saludado efusivamente (tan efusivamente como se puede en una situación como ésta) y de su boca ha salido tan sólo un hilito de voz: “Guten Tag”. Menos mal que después ha carraspeado un poco, se le ha aclarado la garganta y ya ha empezado a hablar.

No me ha dado ni tiempo a preguntar por la hormona antimuleriana cuando me ha dicho:

- “En el último análisis de sangre que le hicimos en marzo no salieron bien los valores la tiroides, ¿no? Salieron los anticuerpos TPO altos.”
- “¿En serio?”
- “Sí, pero no se preocupe porque ya está tomando medicación para la tiroides, así que ya deben de estar otra vez bien.”
- “Yo no estoy tomando nada”
- “Sí, hombre, la L-Thyroxin”
- “Yo no estoy tomando nada. Eso tampoco”
- “Uy, pues le hago la receta ahora mismo porque con estos valores es importantísimo que la tome”

Y yo, aunque estaba flipando bastante con lo caóticos que son en esta clínica, me sentí aliviada haciéndome creer a mí misma que con esta nueva medicación todo iba a salir bien en nuestro nuevo intento con la FIV.

Le dije que ya era hora de que alguien me dijera esto, que había pasado por todo tipo de médicos desde hacía 5 años quejándome de unos síntomas muy similares a los que produce una enfermedad tiroidea pero que todos me decían que estaba todo bien aunque en algunos de los análisis que me habían hecho ya se veía que había algunos valores un poco fuera de lo normal.  

Y entonces le enseñé en primer lugar los resultados de los análisis de los resultados de los análisis de sangre que me había hecho la endocrina. En el informe que ésta me dio se podía leer que los anticuerpos TPO estaban altos pero que en su opinión no se precisaba medicación. Sin embargo, la Doctora Muda era de otra opinión ya que, según ella, mis TPO suben todavía más cuando empiezo con las inyecciones para la estimulación ovárica. Como pronto voy a empezar con el maratón de hormonas otra vez, es importante que tome las pastillas para bajar los TPO.

A continuación le enseñé los resultados de los Speicheltests que me hice hace algunas semanas y, para mi sorpresa, no sólo leyó los informes con mucha atención sino que además me confirmó que los análisis de saliva eran también un buen método para analizar los niveles hormonales. También para mi sorpresa, celebró que tuviera la DHEA tan alta porque, según ella, esta hormona asegura que haya una buena cantidad de estrógenos y eso parece que es bueno. De hecho, me ha dicho que a pesar de lo que pone en ese informe, puedo estar contenta porque no tengo nada malo.

¡Y yo que pensaba que la DHEA estaba alta porque tenía una infección que todavía no me habían encontrado…! Aunque bueno, con esta clínica que cada día y cada doctor me dice una cosa diferente… ¡Espero que la próxima vez no me digan que sí estoy enferma de algo!

Entonces me ha imprimido los resultados de los análisis y me he asustado. En cuestión de un año, mi antimuleriana ha bajado de 1,91 a 0,54 lo que según el papel se considera baja reserva ovárica. Ya estaba pensando en ponerme a llorar nada más salir de allí cuando me ha dicho que no es motivo para alarmarse porque ese resultado puede ser diferente cada ciclo y que esa hormona es a menudo sobrevalorada. Me he sentido aliviada pero, al igual que antes… ¡a saber si la próxima vez no me dicen lo contrario!

Después de zanjar es tema de los análisis, hemos pasado a hacer la Ultraschall y, menos mal, no tengo ni quistes ni nada que nos impida intentar la FIV el próximo ciclo. Por eso me ha dado el plan de acción. Esta vez probaremos algo nuevo (como ya me dijo la Doctora T. la última vez). Esta vez, en vez de Gonal F., me pincharé Elonva, una inyección que actúa durante 7 días por lo que sólo es necesario pincharse una vez, el tercer día del ciclo. Los días 7, 8 y 9 del ciclo me inyectaré Orgalutran, para reprimir la ovulación, y poco después será la punción. ¡Si llego a la punción, que eso está por ver!

Y como tengo miedo de que de nuevo la estimulación no sea suficiente y tengamos que volver a cancelar el tratamiento antes de llegar a la punción, le he dicho que me niego a inyectarme el Orgalutran sin haber visto antes si Elonva hace el efecto esperado. Ha sido supercomprensiva y me ha dicho que puedo ir a hacerme las ecografías siempre que quiera y que le parece bien que vaya antes de tenerme que inyectarme el Orgalutran. Me ha encantado que me lo haya ofrecido pero ahora que lo pienso bien… ¿no me lo habrá dicho porque gana más cuantas más veces vaya? ¡Espero que no!

La verdad es que la primera vez que conocí a la Doctora Muda no me cayó nada bien. De hecho, me sentí muy ofendida por el trato (o mejor dicho, no-trato) recibido. Pero hoy ha sido muy atenta conmigo y le estoy muy agradecida. Tanto que creo que a partir de ahora pediré todas las citas con ella.

A ver qué tal me va…

viernes, 19 de junio de 2015

Speicheltest II: Resultados

Aunque no he escrito mucho para el blog, la verdad es que este mes he hecho un montón de cosas. Una de ellas son los dos Speicheltests de los que os hablé. ¡Y ya me han llegado los resultados!

Como ya os conté, el primero lo hice en el día 22 del ciclo y el otro en el día 11 del ciclo siguiente. Imagino que lo mejor habría sido hacerse los dos análisis en el mismo ciclo pero en realidad supongo que dará igual.

En el primer análisis (estando ya en la fase luteal o segunda mitad del ciclo) me midieron la progesterona y el estradiol y, para mi sorpresa, el nivel de progesterona era perfecto mientras que el de estradiol estaba bastante bajo.

 

Según el informe que acompaña a estos resultados, el estradiol es responsable del cabello y del útero, por lo que mi problema de infertilidad podría ser consecuencia de esta deficiencia. Además, también advierte de que en periodos con mucho estrés, la progesterona se convierte en cortisol por lo que aunque en el análisis parezca que mis ovarios producen suficiente progesterona, podría no ser suficiente para llevar a cabo un embarazo.

En el segundo análisis (en la fase folicular o primera mitad del ciclo) me midieron el estradiol, el estriol, la testosterona y la DHEA, y los resultados fueron los siguientes:



Según el informe, la DHEA aumenta en épocas de estrés excesivo y prolongado o cuando hay alguna infección en el organismo. Así, cuanto más estrés se tenga o cuanto más grave sea la infección, más subirá la DHEA por encima de los 220 pg/ml. Yo la verdad es que en las últimas semanas he tenido bastante estrés pero no creo que hasta tal punto. ¡Espero que no se trate de una infección o que esté enferma!

También pone en el informe que el motivo por el que el estradiol está tan alto es porque parece que se han adelantado los días fértiles, por lo que mi fase folicular es bastante corta.  Y también que un valor bajo de estriol está relacionado con una infección o reacción en alguna de las mucosas. ¿Quizás por culpa de la alergia al polen?

Ah, y casi se me olvida comentar la testosterona. ¡Pues parece que mis problemas de libido no se deben a una falta de testosterona! Habrá que seguir buscando...

La verdad es que está bien que junto con los resultados de los análisis te manden un informe con aclaraciones sobre los diferentes resultados pero a veces las aclaraciones no son suficientes. A ver si tengo valor para enseñárselo a la Doctora Muda en mi próxima visita al KiWuZe y salgo de dudas sobre si algunos de los resultados obtenidos puede tener alguna relación con la infertilidad.

viernes, 12 de junio de 2015

Biorresonancia

Por fin llegó el día de ir a la Heilpraktikerin cuyo método de curación es, según dice ella, la biorresonancia. Y digo “por fin” porque ya estaba deseando quitármelo de encima. Cuando hice la cita quería que llegara ese momento ya, pero para cuando llegó, dos meses después, mi motivación ya se había ido casi por completo. Y cuando esto me pasa, no es buena señal, significa que he dejado de “creer” que me ayudará, pero bueno, gracias a esto, tampoco fui muy nerviosa.

Llegué bastante puntual y cuando entré a la consulta, me sorprendió que ni siquiera estuviera la recepcionista. Después me enteré de que por las tardes la Heilpraktikerin está sola en la consulta y fue por eso por lo que me recibió ella misma unos diez minutos después.

Mi primera impresión fue que todo era bastante antiguo, como de los años 70: el edificio, la consulta, los muebles, la decoración… ¡hasta ella me pareció antigua! Y es que debía de rondar los 70 años como poco.

Vestida completamente de blanco, color a juego con su pelo, con la cara totalmente arrugada (pero de gesto amable) y bastante locker, me llevó a su despacho, donde debió de dar por hecho que yo ya conocía su método porque apenas me explicó qué íbamos a hacer.

Sólo me hizo algunas preguntas sobre las molestias que me llevaban hasta allí. Cansancio, apatía, falta de deseo sexual, alergias, enfermedades múltiples desde que empecé a tomar la píldora… De todo un poco le conté.

Ya en este momento me pregunté por qué coño tenía yo que contarle qué me pasaba. ¿No podía su máquina maravillosa adivinarlo? Pero, bueno, ya era demasiado tarde para salir por patas así que fingí que estaba interesadísima en saber cómo iba a curarme de todo aquello.

Y por fin llegó el momento de conocer el invento. Me llevó a otra habitación (todavía más setentera que la anterior) y me explicó muy por encima cómo funcionaba el cacharro.

Se trata de un aparato que recuerda a un antiguo equipo de música, sólo que con más botones y sin lugar para meter los cassettes. De éste salen un montón de cables que bien podrían ser la clavija de unos auriculares pero que en vez de conectarse a un reproductor de mp3, se conectan a una especie de cilindros y bolas de un material que podría ser latón. Los cilindros sirven, se supone, para diagnosticar tu enfermedad mientras que las bolas sirven para curarla.

Otros cables, también terminados en una especie de clavija son los que se utilizan para buscar el lugar donde tiene lugar la enfermedad: el hígado, la vesícula, el corazón, y mínimo 17 partes del cuerpo más. Y digo 17 más porque con esas clavijas no es que te toque directamente en los órganos sino que (como en muchas otras técnicas de curación y charlatanería) busca tu enfermedad en los dedos de las manos y de los pies (20 en total, ¿no?).

www.balancedbodywellnesscentre.com

Y empezó el show.

Mientras yo sujetaba uno de los cilindros con la mano derecha, ella acercaba la clavija a cada uno de los dedos de mi mano izquierda y esperaba la reacción de la máquina. Después, al contrario, yo sujetaba el cilindro con la mano izquierda y ella acercaba la clavija a los dedos de mi mano derecha.

Para haceros una idea mejor, podéis ver esta fotografía:


www.lifeharmonizer.name


Como podéis ver, la máquina, además de botones, tiene a la derecha un medidor circular con una aguja. Pues ésta sube o baja, según la intensidad de las ondas electromagnéticas que emitan mis órganos. Si se mantiene la aguja por debajo de 70, todo está bien. Sin embargo, a partir de 70 la máquina empieza a pitar y, según ella, eso significa que la enfermedad está en el órgano al que corresponde ese dedo. No sé si me explico.

La verdad es que a mí todo el rollo me recordaba un poco al juego “Conector”, ése de preguntas con diferentes respuestas y que si pinchabas en la respuesta correcta se iluminaba la bombilla. Pues igual.

www.ionlitio.com

Ya no recuerdo en qué dedo pitó la máquina ni a qué órgano me dijo que se correspondía porque lo que vino después me interesó muchísimo más. Y es que ahora lo que tocaba era descubrir qué era lo que causaba la molestia.

En la foto también podéis ver que encima de la máquina hay una especie de lapicereros con tapa, también de latón, que también están conectados por cables a la máquina. En éstos se coloca una especie de ampollas rellenas de algo que puede ser la causa de la enfermedad y se vuelve a acercar la clavija al dedo que había hecho pitar a la máquina.

Me preguntó qué alimentos había consumido aquel día y cogió las ampollas rellenas de esos alimentos (o sin rellenar pero con una etiqueta que llevaba ese nombre) para ver si era eso lo que provocaba mi malestar.

“¿Café? Por debajo de 70. ¡Bien!”
“¿Pan? Por debajo de 70. ¡Fantástico!”
“¿Lactosa? Pííííííííííííííí ¡Mogollón!”
“Uy, señora Cigüeña Blanca, me temo que su problema es que tiene una intolerancia a la lactosa pero no se preocupe porque por el módico precio de 35€ se la curo en menos de 10 minutos. ¿Quiere que lo haga?”

Y yo, que debía de estar bajo el efecto de alguna droga muy muy rara, dije que sí.

Y el show continuó.

Me hizo sujetar las bolas de latón (también con cables) con las dos manos y poner los pies en una especie de placas (sí, lo adivinasteis, también de latón) y pulsó unos botones en la máquina para que empezara la cuenta atrás. Cuando el contador llegara a cero, ¡estaría curada!

homeopatiavalladolid.com

La cuenta atrás terminó e hizo la prueba que demostraría que todos mis males se iban a acabar esa misma tarde. Me dio otra vez un cilindro, puso la clavija esa de antes en el dedo con el que la máquina había pitado y… Píííííííííííí

“Uy, señora Cigüeña Blanca, me temo que hay un error. Yo ya la he curado, así que no debería volver a pitar”.

Y lo intentó de nuevo: Píííííííííííí

“Uy, señora Cigüeña Blanca, no sé qué pasa”.

Empezó a tocar más botones (supongo que apagaría lo que hacía sonar la máquina, jajajaja) y al volverlo a intentar la máquina ya no pitó.

“Ay, sí, señora Cigüeña Blanca, ahora sí va a sentirse mejor desde hoy mismo”.

Aun así, se levantó, se puso detrás de mí y, no, no me estranguló, sólo me tocó la columna vertebral a la altura del cuello y me dijo que tenía una vértebra fuera de su sitio pero que ella (supongo que también por un módico precio) podía colocármela de nuevo. Y se supone que lo hizo.

Después de toda la parafernalia, me advirtió de los posibles efectos secundarios que podría sentir a lo largo de la tarde y se despidió de mí no sin antes decirme que la factura me llegaría a finales del trimestre.

Salí de allí aliviada. No porque creyera lo que la mujer me había contado sino porque la experiencia no había sido tan traumática como me esperaba. Y además, aunque ahora mismo ya no me lo puedo creer, os juro que el dolor de cuello contra el que llevo meses luchando, de repente, esa tarde desapareció. ¡Me había curado, jajaja!

Sin embargo, decidí no tomar ninguna decisión inmediatamente. Por un lado, mi opinión en contra de los Heilpraktiker siempre ha sido muy radical, al igual que la de la mayoría de los españoles pero, por otro lado, los alemanes creen tanto en estas cosas… No quería dejarme llevar por ninguna de las opiniones que escuchaba cuando sacaba el tema, quería analizar en tranquilidad lo que había vivido en esa consulta y sacar mis propias conclusiones.

Aun así no me fui directamente a casa a cavilar, sino que quedé con mi marido en el centro para ir de compras y cenar. En el Kneipe le conté lo vivido y nos echamos unas risas. Tomamos unas cervecitas y volvimos a casa.

Y no sé qué me pasó después, me sentía tan despierta, tan activa, tan… tan… excitada… que cogí a mi marido sin preaviso, lo desnudé completamente y, por primera vez en mucho tiempo, echamos el polvo del siglo. Me gustó, me gustó como hacía muchísimo tiempo que no me gustaba. Y aunque esa misma tarde me había hecho un test de ovulación y había salido positivo, lo que menos me importaba en ese momento era si me quedaría o no embarazada ese ciclo. Sólo me importaba recuperar el placer que durante tantos años había perdido.

Al día siguiente me levanté con dolor de culo, jajaja. Y sí, el cuello también me dolía. ¡En realidad me dolía todo el cuerpo! ¿Sería el mambo de la noche anterior o serían los efectos secundarios de los que me había hablado la Heilpraktikerin?

Y en el tren al trabajo empecé a hacerme Gedanken:

- Está demostrado que el placebo ayuda si el paciente cree que le ayuda, así que sólo tengo que creer. ¿Y si lo de ayer fue realmente debido a la energía que me pasó el aparato ese? ¿Y si aunque yo no crea me ayuda? Y el efecto placebo se apoderó de mí.

- ¿Y si el polvazo de ayer será el “definitivo” y este mes me quedo embarazada? ¡Sólo tengo que creer!

Pero una hora más tarde llegué al trabajo y, qué casualidad, la primera persona con la que me encontré fue la compañera que me había recomendado a la Heilpraktikerin y la biorresonancia. Y cuando me preguntó qué tal me había ido, desperté del Rausch y le fui sincera:

“Bueno, supongo que si creyera en ello, me ayudaría, como cualquier placebo, pero como no me lo creo, supongo que tendré que seguir sufriendo mis molestias hasta que encuentre una mejor solución”.

Y entonces otro montón de Gedanken se hicieron cada vez más presentes en mí:

- La biorresonancia es un placebo y, según crean o no en sus efectos, a muchas personas les ayuda y a muchas otras no.

- Si sólo es un placebo y lo saben, ¿por qué elegir una máquina tan surrealista en vez de dar un placebo en pastillas (como los glóbulis) en el que muchas más personas creerán? Si en vez de esta máquina, eligieran las pastillas, tendrían que cobrar menos, por lo que ganarían menos o… ¿ganarían más porque al ser más barato iría más gente?

- ¿De verdad es más barato? Creo que la Heilpraktikerin de las hormonas bioidénticas me cobró más o menos lo mismo sólo por el Erstgespräch. Con la biorresonancia me incluía en el precio todo el diagnóstico. ¡Vaya, estoy de suerte!

- La biorresonancia cura pero… sólo enfermedades que no se tienen.

- ¿Intolerancia a la lactosa? Jajajaja, vale, es verdad que la leche no es mi bebida favorita y que odio beberla caliente, pero de ahí a que sea la causa de todo…

- ¿Una vértebra fuera de su sitio? ¡Vamos, anda! ¿Y por qué ni mi traumatólogo, ni mi fisio se han dado cuenta hasta ahora ni se ve en las radiografías que me hicieron hace unos meses?

- Lo dicho, la biorresonancia sólo diagnostica enfermedades que no tienes porque sólo de éstas te puede curar. Estoy segura de que si me hago un test de lactosa me dará negativo. Yo sé que lo será porque nunca he tenido intolerancia a la lactosa, pero alguien que crea en estas cosas pensará que la biorresonancia lo ha curado, ¿no?

- ¿Y qué pasa con mi Heuschnupfen? ¿Cómo es posible que llegara moqueando a la consulta y no le diera por pensar a la Heilpraktikerin que tengo alergia al polen? ¿Por qué deja de hacer el test en cuanto la primera cosa da positivo? ¿Por qué no sigue metiendo en la máquina ampollitas con otros nombres para que encuentre otras causas? ¡Está claro, del Heuschnupfen no habría podido curarme!

- Y lo que más me llama la atención: ¿Cómo es posible que en Alemania haya tantísima gente que cree tan ciegamente en todos estos métodos? Y sobre todo, ¿cómo no les da vergüenza reconocerlo públicamente? Se trata en muchos casos de los llamados (en Alemania) “académicos”, es decir, personas con formación universitaria y empleos de muchísima responsabilidad. ¿Cómo son capaces de gastar tanto dinero en estas cosas y no quererse darse cuenta de que les están tomando el pelo?

- ¿Cómo después de esta experiencia surrealista podré volver a mirarle a la cara a la compañera de trabajo que me lo recomendó (y me juró que tanto a ella como a sus hijos les ha curado alergias múltiples) y no pensar que estoy hablando con una “colgada”? ¿Cómo volver a creer en el prestigio de los médicos de cabecera aun sabiendo que los hay (como su marido) que también usan este método engañabobos en sus consultas?

Pues ni idea.

La verdad, decepcionada no estoy en absoluto porque nunca he creído que el método en sí pudiera funcionar. Sin embargo, una parte de mí sí deseaba que el efecto placebo funcionara y que empezara a sentirme mejor. Incluso una pequeñísima parte dentro de mí tenía una pequeñísima esperanza de que el embarazo se produjera este ciclo (después de lo bien que me lo pasé el día que ovulé pero, no, no ha sido así.

Con la llegada de la regla, se ha ido la esperanza de que algún aprendiz de Carlos Jesús me pueda ayudar. Pero aún queda la esperanza de que la in vitro a la que nos vamos a someter el próximo ciclo funcione por fin.

www.culpito.webatu.com

Ya os iré contando.