viernes, 15 de mayo de 2015

Cuando sea mayor...

¿Cuántas veces habremos dicho esta frase cuando éramos niñas? “Cuando sea mayor, voy a ser profesora”. “Cuando sea mayor, voy a tener un marido muy guapo y tres hijos”. “Cuando sea mayor, voy a tener un trabajo genial y voy a ganar una pasta”. “Cuando sea mayor, voy a vivir en un piso muy grande en la mejor zona de la ciudad”.

Pues bien, ya soy mayor. Y ahora, en vez de “cuando sea mayor…”, la frase típica es “cuando tenga hijos…”.

Hace unos años, cuando empecé mi relación con mi ahora marido, me encantaba soñar con el futuro. Hablábamos a menudo sobre cómo sería nuestra vida en unos años, sobre dónde nos gustaría vivir, sobre cuántos hijos tendríamos, sus nombres, su color de ojos o de pelo, sobre la educación que les daríamos o sobre todas las cosas bonitas que haríamos con ellos.

Me encantaba ir por la calle, ver a algún niño e imaginarme que mis hijos serían más o menos guapos que él, si llevarían ropa más clásica o más moderna, que serían más o menos β.

Cuando escuchaba en algún sitio un nombre que me gustaba, le preguntaba a mi marido si podría imaginarse ese nombre para nuestros hijos.

Cuando veía una bici con remolque para niños, me preguntaba si yo llevaría el remolque detrás o si preferiría gastar más dinero en una bici con el remolque integrado delante.

Cuando me cruzaba con algún carrito de bebé, me fijaba en la marca y en los accesorios y decidía si mi bebé tendría un carrito así o si al final nos decidiríamos por otro.

Y así con todo:

¿nombre compuesto o sólo un nombre?

¿pasaporte español, alemán o ambos?

¿lactancia a demanda o programada?

¿colecho o cada uno en su habitación?

¿le dejaré hablar alemán conmigo o sólo español?  

¿religión o ética?

Y un sinfín de cosas más.

Pero ya han pasado años de eso. Y ya son demasiados años repitiendo la maldita frase: “Cuando tenga hijos…” Y con el paso de los años, la esperanza de poder cumplir mi sueño de ser madre es cada vez menor.

De poco me sirve seguir soñando, seguir tomando decisiones sobre lo que haría con ellos, si ellos no quieren llegar.

Sin embargo, parece que la frase se me ha enquistado por dentro y, aunque sé que lo único que consigo al pronunciarla es hacerme daño, todavía son muchísimas las ocasiones en las que se me escapa.

A veces incluso el dolor es mayor porque a veces la frase ya no va sola sino que va acompañada de algo más doloroso aún: “Cuando tengamos hijos… bueno, si los tenemos, porque a este paso…”

Así que ahora ésta es una de las cosas que me he propuesto para las próximas semanas: eliminar esta frase de mi vocabulario. Y, poco a poco, lo voy consiguiendo porque, últimamente, cuando tenemos ganas de hablar de nuestro futuro, nuestras conversaciones casi terminan antes de empezar:

- ¿Cariño?
- ¿Sííííííííííííí?
- ¿Cuando tengamos…?
- ¿Cuando tengamos qué?
- No, nada, déjalo.
- Como quieras.

Esto ya es un gran avance. Estoy segura de que en un par de semana lo habré conseguido.

A ver…

No hay comentarios:

Publicar un comentario